domingo, enero 19, 2025
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Dolor de aeropuertos

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Los que tienen una vida fundamentada en la fe cristiana, piensan que parten a una mejor vida. Pero en el dolor de aeropuertos tiene su origen en lo desconocido, en lo incierto, en lo que no sabemos qué va a pasar 

En mis últimos viajes saliendo de Venezuela he visto escenas desgarradoras en los aeropuertos. Familias completas despidiéndose en fuertes y conmovedores abrazos de despedidas con la incertidumbre de lo que viene en el otro país y la tristeza de lo que se deja en Venezuela. 

¡Los más tímidos y precavidos somos los hombres! Siempre usando lentes oscuros y el pañuelo que no queremos sacar del bolsillo trasero porque carajo… ¡no podemos llorar! ¡Somos machos y somos muchos! Pero débiles para los dolores de aeropuertos. Las más abiertas y sinceras son las mujeres, quienes siempre sacan a última hora una estampita de Jesús de la Misericordia, de la Virgen del Valle, de La Chinita, de San Antonio de Padua y las meten escondidas en el bolsillo de la camisa masculina, como un recuerdo de herencia, como un tesoro escondido “pa’ que siempre te proteja y acompañe”. 

Los chamos miran de parte y parte a sus padres y abuelos. Ellos están entre emocionados y contrariados. De verdad quieren irse. Allá en el destino podrán jugar, habrá luz, habrá comida, un colegio nuevo, para ellos el inglés no es problema porque en meses estarán hablándolo. Pero la abuela y el abuelo se quedan tristes y nunca habían visto ese llantén ni el festival de lágrimas familiares tan copioso y sincero. 

Cuando se te muere un familiar muchas veces pensamos que el ser querido descanso de una penosa enfermedad. O sencillamente cumplió su sitio vital. Los que tienen una vida fundamentada en la fe cristiana, piensan que parte a una mejor vida. Pero en el dolor de aeropuertos tiene su origen en lo desconocido, en lo incierto, en lo que no sabemos qué va a pasar y en la pérdida de lo que dejamos, casi de huidas en la Venezuela que nos vio nacer. 

Yo huyo a mi propio dolor de aeropuerto. Cuando tengo que partir, me voy en taxi al aeropuerto cuando salgo de Venezuela. No me despido de nadie o adelanto el viaje, o atraso el viaje. O me despido rapidito, a la carrera…. ¡Pero cómo me gusta que me vayan a buscar!!! Sin embargo, vivo y siento en los demás, ese dolor tan único y desesperanzador que aprecio y vivo como mío, en las salidas de Venezuela. 

¡Eso no lo veíamos en la ya antigua y extinta democracia en Venezuela! La revolución generó este dolor de aeropuertos. Llegará un día que el dolor de aeropuertos, se convierta en la alegría de aeropuertos. ¡Y ojalá estén todos los que nos despidieron porque se merecerán con creces ese regalote de vuelta!. 

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