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Entre las numerosas irregularidades que complican el día a día de los venezolanos, la reiterada complicación para hacerse de dinero en efectivo ha tomado el foco en estos días.
Se trata de una insistente conversación -no sin un dejo de ira- en la cotidianidad nacional. La situación escala a niveles en los cuales es imposible ignorarla y nos obliga a hacer mil maromas y tomar otras tantas previsiones para intentar seguir adelante como si nada, pero no hay manera de hacerlo.
Y no es para menos, ya que todo ello parte del divorcio absoluto entre los precios de los bienes y servicios y el cono monetario existente, lo cual no es más que la variedad de billetes de diferente denominación existentes para que los ciudadanos hagan sus compras.
Por ejemplo, se dice que se debe tener suficiente dinero en efectivo para hacer los pagos correspondientes a pensionados y jubilados. Algo loable, pero sabemos que esto en la práctica no sucede. Y no sucede porque los hechos no lo permiten, y mandan por encima de cualquier instrucción oficial al respecto.
Por otro lado, no estamos al tanto de la realidad de la inflación en nuestro país, los organismos a cargo de monitorearla no nos informan, como es el caso del BCV, cuyo último reporte anualizado de este indicador fue conocido al finalizar el año 2015.
Si no conocemos la realidad, es imposible comprender lo que acontece. Este es un medidor que permite, por ejemplo, planificar la masa monetaria circulante, lo cual es sin duda uno de los factores que tiene que ver con la escasa disponibilidad de billetes, ya que, ni aun imprimiéndolos a toda velocidad, se puede alcanzar la urgencia con la que todos los necesitamos.
El asunto de la escasez de billetes, al igual que la gran mayoría de los problemas que nos tienen contra la pared, se resuelve, primeramente con una buena dosis de voluntad política para resolverlos.
Luego, tomar los correctivos que sean necesarios, lo cual implica muy probablemente renunciar a creencias, a planes de poder, a apetitos personales, para hacer lo que sea mejor para la colectividad.
Aunque, probablemente, eso sea un torpedo en la línea de flotación en el primer momento, la paz de consciencia lo vale. Y quizá a largo plazo, sea más un activo que un pasivo. Cualquiera que consiga el hilo que nos saque de este laberinto, pasará a la historia de Venezuela con más que merecidos honores.