Es muy egoísta la posición de unos gobernantes que subyugan a un pueblo a sus designios sometiéndolo por la vía de la necesidad. Engañaron al pueblo con falsas promesas de igualdad, justicia y pan para todos
“Sólo sentimos los males públicos cuando afectan a nuestros intereses particulares”. Tito Livio
No es fácil escribir sobre lo que vive el pueblo de Venezuela. Sentarse frente al teclado todas las semanas a enumerar cada una de las dificultades y desgracias que padecemos, es tedioso, penoso, fastidioso y desesperanzador para quien estas líneas escribe. Pero es una irrealidad irrefutable que está allí y nos atormenta, nos tortura y nos subyuga día con día.
Cada nuevo amanecer estamos más hambrientos, más enfermos, más inseguros, menos atendidos y menos escuchados. El egoísmo es una emoción humana que coloquialmente yo la definiría como “el hambre desmedida de tenerlo todo”. Es muy egoísta la posición de unos gobernantes que subyugan a un pueblo a sus designios sometiéndolo por la vía de la necesidad.
Engañar es ya de por sí un acto de egoísmo enorme. Engañaron al pueblo con falsas promesas de igualdad, justicia y pan para todos. Pero, ¿habrá algo más egoísta que permanecer indolente ante el hambre y la enfermedad de los niños? Mantener a la gente de la tercera edad en colas interminables para cobrar una mísera pensión es un acto de egoísmo.
Ver a los venezolanos con una tez cenicienta, caquéxicos, arrastrar los pies hacia la basura para conseguir algo con qué alimentarse, también es un acto de egoísmo, máximo, cuando los responsables de todo este desastre le piden sacrificios al pueblo mientras ellos se ven gorditos y rozagantes. Eso es egoísmo criminal.
Si algo han entendido muy bien los que hoy nos tienen nariceados y oprimidos, es que las diferencias se arreglan en la casa, de puertas adentro y a la calle se sale abrazaditos y en el mejor plan familiar, en un solo bloque, con un solo discurso y hacia un solo objetivo. Cuando los nuestros entiendan eso, serán invencibles. Así lo premiará el pueblo y si no se lo ha de demandar, como ya de alguna manera lo está haciendo al retirarles a muchos de ellos su confianza.
El venezolano de a pie, ese que va a votar, ese que está harto de padecer hambre, que sufre la impotencia de no conseguir un medicamento o de desgañitarse en un llanto ensordecedor porque no consigue como velar y enterrar un familiar fallecido, ese ciudadano que está muy arrecho porque el sueldo no le alcanza para un día de comida de su familia, demanda de sus líderes unión, compromiso y coherencia para poder darles su respaldo. Diera la impresión de que por el egoísmo de unos vamos directos al abismo y otros en su egoísmo, están dejando que nos lancen indefectiblemente por él.