El asesinato del general Sucre

Nunca sabremos el autor o autores intelectuales del crimen contra Sucre en 1830, pero al caudillo que más benefició fue a Juan José Flores (1800-1864), el padre de la patria en Ecuador

Simón Bolívar (1783-1830) se desmoronó bajo el peso de la desesperanza y la más profunda depresión cuando recibió la noticia del asesinato de Antonio José de Sucre (1795-1830), el mariscal de Ayacucho, ocurrido en un paso de las montañas de Berruecos al Sur de la Nueva Granada de ese entonces, hoy Colombia, en la provincia de Pasto. Sucre apenas tenía 35 años y representaba el brazo armado del partido bolivariano de ese entonces enfrentado a Páez en Venezuela, a Flores en Ecuador y a Santander en la Nueva Granada. La idea de la Gran Colombia (1819-1830) nunca fue popular porque fue una imposición de Bolívar en la cúspide de su liderazgo-político militar luego del decisivo triunfo en la batalla de Boyacá (1819).

Álvaro Mutis (1923-2013) en el imprescindible El último rostro(1978) da cuenta de éste suceso que aniquiló el último soplo de vida que aún le quedaba al “Libertador”. Sucre, fue el militar más exitoso de toda la Independencia de la América del Sur, y con bastante diferencia, respecto a sus compañeros independentistas y contrarios realistas. 

Cuando Bolívar cayó en desgracia e intentan asesinarle en el Palacio de Gobierno en Bogotá, septiembre de 1828, solo Sucre era el único jefe militar capaz de sostener su causa. Razón principal, para que sus adversarios, hayan planificado la muerte de Sucre. No fueron españoles los que atentaron contra Bolívar y Sucre, sino sus propios aliados. 

Hay un cuento genial de Jorge Luis Borges (1899-1986): “Tema del traidor y del héroe” en Ficciones (1944) que sería material suficiente para estudiar toda nuestra Independencia hispanoamericana. Nunca sabremos el autor o autores intelectuales del crimen contra Sucre en 1830, pero al caudillo que más benefició fue a Juan José Flores (1800-1864), el padre de la patria en Ecuador, para más señas, un venezolano oriundo de Puerto Cabello. Unas de las paradojas de este suceso es que hoy están enterrados en la misma iglesia Catedral Metropolitana, en Quito, uno al lado de otro, Sucre y Flores. La realidad siempre supera a la ficción. 

Lo más evidente de todo este suceso es que nuestra Independencia fue una feroz guerra civil prácticamente con la ausencia de la metrópoli hispánica. Y que los viejos amos dieron paso a unos nuevos amos, solo que estos últimos justificaron sus ambiciones y tropelías desde la construcción ideológica de la mentira patriótica.  Nietzsche (1844-1900) decía: ¿Cuánta verdad estamos dispuestos a soportar?

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