Hoy
Cuando empezó a llegar información sobre la existencia de hordas rojas a las puertas del Palacio de Justicia, se podría entrever el dictamen final. El escenario era perfecto para otra jugada de desconciertos. La estratagema de provocar y atemorizar a quienes todavía expectantes, creían en la posibilidad de una sentencia a favor de un inocente, logró su resultado cuando dio pie al lanzamiento de bombas lacrimógenas por parte de los encargados del orden público.
Mientras estos grupos teñidos de rojo regalaban violencia hasta para periodistas y camarógrafos internacionales, caía desplomado por un infarto un inocente miembro de Voluntad Popular, como la bocanada lúgubre de un decepcionante día, confabulado para la escaramuza y el engaño.
Hoy Leopoldo López continuará confinado en Ramo Verde. Seguirá desmigajando el calendario como una margarita marchita, sin dejar de soñar en ver algún día florecer a su amado país, por el cual ha entregado sin vacilar su libertad y hasta el poder ver crecer a sus hijos. Su insoslayable viacrucis proseguirá en esa estrecha celda de la pesadumbre, recibiendo la burla de un socialismo que se enmascara de bufón, para elaborar su brutal espectáculo.
Le arrebataron la posibilidad de edificar en libertad, la lucha por la nación de oportunidades y detener de una vez por todas, un sistema construido con la ruina y la falsedad. De un solo martillazo una jueza asestó una condena de 13 años, 9 meses, 7 días y 12 horas, sin pruebas reales en los bolsillos; con una milimétrica exactitud que parece una burla hacia el constructor del tiempo.
Se dice que Leopoldo fue interrumpido tres veces durante su defensa. Que hasta el último momento no había perdido la esperanza de retornar a su hogar, abrazar a sus hijos y a su amada esposa. Pero dejó una especie de angustiante visión a la jueza, pues de ser condenatoria la sentencia: “Usted tendrá más miedo en decirla, que yo de escucharla”.
La vida de esa mujer cambiará drásticamente. No tuvo la valentía de la Afiuni, ni el aplomo de su investidura. Hasta la cobardía de huir para no azotar tal veredicto, hubiese sido una salida viable. Prefirió obedecer órdenes. Decidió acatar los caprichos de un indecente sistema, que sólo tiene la directriz de no soltar el poder a costa de lo que sea.
Hoy Mandela tiene un nuevo emulador. Un hombre que hace acopio para no enflaquecer su hidalguía. Compartirán ahora un espacio en la historia de las luchas por los objetivos colectivos.