El color del hambre

Hay hambre en Venezuela de que volvamos a ser el país que fuimos, donde la necesidad, la enfermedad, la inseguridad y la falta de servicios no sean un mal de todos. Queremos ser protagonistas de nuestra propia historia de pujanza y bienestar

“El alimento de las minorías se convierte en el hambre de las mayorías.” Eduardo Galeano

No tengo duda alguna que la sensación más aterradora que puede padecer un ser humano es pensar en la posibilidad de tener hambre sin poseer los medios con qué mitigarla, mucho más allá inclusive del hambre misma. El hambre no solo es la necesidad física de alimentarse. Tener hambre no es lo mismo que padecerla. Padecerla no es momentáneo, es la certeza de saber que no tienes los medios ni las maneras de conseguir el sustento diario para ti ni para tu familia. 

En Venezuela hoy hay hambre. Pero no solo es esa hambre que aprieta el estómago y que hace que niños desnutridos, hombres y mujeres busquen desesperados en la basura algo medianamente comestible que meter en su estómago para saciar su necesidad primitiva del sustento para sobrevivir. Hay hambre de verdad, de justicia, de reconocimiento a los problemas que aquejan a la población. 

Hay hambre de progreso y de bienestar, de un bienestar perdido en manos de un grupo que atenaza el poder y somete por la vía del estómago a poco menos de 30 millones de habitantes, que se ven aplastados por una crisis económica producto de 20 años de desaciertos, mentiras, falsas promesas, demagogia y corrupción galopante.

Si estás conmigo, tienes derecho a estás migajas traducidas en bonos o en cajas de alimentos importados de mala calidad que terminan representando un gran negocio para quienes administran y controlan el hambre del pueblo. No estás conmigo muérete de hambre y de necesidad. Muy atrás quedó aquella promesa del Gobierno humanista y obrerista. 

Ese mismo gobierno que expropió empresas y que en el marco  de una soberanía alimentaria que nadie entiende, convirtió la economía del país en un sistema netamente portuaria, destruyendo el aparato productivo del país. Hay hambre en Venezuela de que volvamos a ser el país que fuimos, donde la necesidad, la enfermedad, la inseguridad y la falta de servicios no sean un mal de todos. 

Queremos ser protagonistas de nuestra propia historia de pujanza y bienestar, no héroes de épicas fantásticas de luchas antiimperialistas portando uniformes que nos queden grandes y sucumbiendo al hambre y a la enfermedad porque esas balas enemigas del supuesto colonizador nunca llegan porque sencillamente no existen.

Señores del Gobierno, el hambre aprieta en el estómago y en el alma, no en los ojos porque el hambre no tiene color. Tomen nota, la historia no perdona, los pueblos tampoco.

 

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