El conducatore puntea las encuestas 

 

El dictador rumano Nicolás Ceacescu no hizo caso al clamor de la mayoría opositora que le aconsejaba dejar el Gobierno y creyó que su poder estaba garantizado. Según los analistas, su caída se debió a un error de cálculo que cometió

Los venezolanos estamos a punto de superar una de las más grandes tragedias de nuestra historia, pero cuidado porque a partir de allí no todo será “coser y cantar”. Hago esta advertencia porque la realidad postdictadura en algunos países, advierten que los futuros gobiernos deben ser muy cuidadosos con sus actuaciones para prevenir que los malos de hoy terminen siendo los buenos de mañana.

Un caso emblemático es el del autonombrado “Genio de los Cárpatos” o “El Conducatore”, como también se le conocía al dictador rumano Nicolás Ceacescu, quien sigue apareciendo en primer lugar en la valoración de los gobernantes, pues a pesar de sus defectos y sus manías maquiavélicas, al pueblo le es difícil olvidar que hace tres décadas el desempleo allí era inexistente, y los derechos básicos como la educación o la sanidad, no estaban en riesgo como ahora.

Para noviembre del año pasado 2016, el 66 % de la población electoral estimada en 19 millones, votaría por el conducatore, según estudio del Instituto Privado Rumano de Evaluación y Estrategia. En el 2017 su aceptación ronda el 70 %. Esta nostalgia por mantener a flote al desaparecido autócrata, es un mensaje directo a  los líderes actuales que no se han ganado la confianza del pueblo rumano, que aflora en los peores momentos de crisis económica y de puesta en marcha de malas políticas económicas. 

Dicen los analistas que la caída de Nicolás se debió a un error de cálculo que cometió. El dictador rumano no hizo caso al clamor de la mayoría opositora que le aconsejaba dejar el Gobierno y creyó que su poder estaba garantizado, sin darse cuenta que en su país el fermento del cambio político se acompañaba con el creciente descontento popular por la situación de pobreza en que vivían. Creía tener todo bajo control porque la todopoderosa Policía secreta, conocida como Securitate, se infiltraba en cualquier recodo de Rumania. 

Pocas horas antes de abandonar el trono, Nicolás reunió a los militares y en tono fuerte les reclamó su incapacidad para reprimir las manifestaciones. El encargado de reprimir era el general Vasile Milea. Este no lo hizo, sino que dijo: “Yo no entendí que usted ordenara que se disparara. En todo caso, estuve buscando en todos los reglamentos militares y no encontré ninguna disposición donde diga que: el Ejército del pueblo tiene que disparar contra el pueblo”.

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