El discurso

Todas esas estimulantes disertaciones oficiales las escucharemos en la continuación de las cadenas de radio y televisión a que estamos acostumbrados, las que ya exceden el límite de lo tolerable, pero de las que necesita el Gobierno para destacar el agradecimiento de un pueblo realizado

Terminó la Semana Santa y nada ha cambiado en este país, salvo la existencia de más presos políticos y las explicaciones rebuscadas de altos voceros oficiales. Hemos transitado días de forzado recogimiento para la mayoría de los venezolanos, quienes con sus crisis particulares se vieron impedidos de disfrutar del asueto a que estaban acostumbrados. Ahora escucharemos con toda seguridad y detalles los partes y cifras que emitirá el Gobierno de lo que, a su juicio, constituyó todo un éxito sobre el supuesto desplazamiento multitudinario de ciudadanos por toda la geografía nacional, y viéndolo en la realidad podríamos creer en ello, dada la abundante disponibilidad de dinero que todos tenemos para vacacionar sin limitaciones.

Nos dirán de las alegrías del pueblo por estar disfrutando de una vida plena, sin necesidades de las que preocuparse. Todas esas estimulantes disertaciones oficiales las escucharemos en la continuación de las cadenas de radio y televisión a que estamos acostumbrados, las que ya exceden el límite de lo tolerable, pero de las que necesita el Gobierno para destacar el agradecimiento de un pueblo realizado, lleno de respuestas y soluciones a sus peticiones por tener y gozar de la presencia de anaqueles con suficientes alimentos y precios al alcance de todos, lo que lo hace feliz y confiado, lo llena de armonía y tranquilidad.

Igualmente nos dirán que la solicitud de la mayoría de los venezolanos para que se realicen las elecciones de gobernadores será atendida con prontitud, y que en fecha muy próxima podremos acudir a votar, quedando atrás la infinidad de solicitudes hechas para que ello sea realidad. Como podemos constatar somos un país tranquilo, que vive en paz, sin temores, sin persecuciones ni presos por causas políticas, y en donde las exigencias del pueblo son oportunamente atendidas, respetándose los derechos humanos y el estado de derecho, que está garantizado con profundo celo por la existencia de una inconfundible separación y autonomía de los poderes.

Pero la realidad fue y es otra: el pueblo acudió masivamente a las iglesias para orar y pedirle a nuestro Dios la ayuda que buscamos y esperamos para que de verdad, finalmente, podamos ver la luz y la felicidad al final del túnel, sin espejismos inducidos. La angustia por un presente lleno de tragedia colectiva y de no saber hasta cuándo será el sufrimiento, es causa de frustración, dolor y rabia.

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