El dolor de un adiós

Este dramático problema que está vaciando los espacios universitarios y compañías del sector privado e incluso del público, es complejo

En 1841, Rafael María Baralt abandona Venezuela y en España continúa su producción literaria y crea ese bello y a la vez doloroso poema Adiós a la patria en el cual muestra su amor por la Tierra del Sol Amada, sentimientos que también deben sentir los miles de venezolanos que emigran a otro país en busca de estabilidad profesional y seguridad personal. El poema finaliza: “No te duela mi suerte / no maldigas mi nombre, no me olvides / que aún vecino a la muerte/ pediré con voz fuerte / victoria de Dios para tus justas lides”.

Este dramático problema que está vaciando los espacios universitarios y compañías del sector privado e incluso del público, es complejo, porque más allá  de la pérdida de personal nos estamos quedando sin un profesional con una alta formación o en vías de serlo, lo cual significa que el país está perdiendo el músculo intelectual necesario para atender los problemas y las emergencias que se presenten, pues el Gobierno nacional carece de una política orientada a ofertar mejores condiciones laborales y pretender que no son necesarios (se recuerda el caso PDVSA 2002-2003) y basta con los militares que como es sabido son especialistas en embrollar las situaciones y francamente estorban con su ineficiente modelo de gestión.

Este problema, del que se ha desatendido el Gobierno nacional, constituye en sí mismo un fenómeno, pues ya no se trata de la diáspora de las clases medias y altas, sino de las clases más populares que huyen en desbandada sin entender lo que significa ser migrante en otro país, con otra cultura y otras costumbres. Lo triste es que el 90 por ciento de los migrantes venezolanos salió en los últimos 15 años, con un repunte en los últimos cuatro y según analistas, es alarmante en lo que va de año.

Pero donde más se manifiesta este problema es a nivel familiar. No es fácil para una familia decirle adiós a uno de sus integrantes, sabiendo que ese sufrido ¡hasta luego! puede significar para siempre por las particularidades que tiene la inmigración en cualquier país. Significa un duelo para la familia que se queda pero más aún para el migrante. Es la angustia de los padres, de la abuelita, de los hermanos y hasta de la pareja y los hijos. “Todo se ama en la patria cuando uno está distante de ella: los hombres y las cosas y los amigos y los enemigos, el aire  y la tierra y las palabras”, dice Baralt en una carta dirigida a su padre.

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