El talante democrático del pueblo de Bolívar fue siempre un referente. Nuestro país, durante años fue el mejor destino de la inmigración de buena parte del mundo, por ello, cientos de extranjeros llegaron a nuestras tierras para retribuir con trabajo digno la libertad que anhelaban sus corazones
“Después de todo, ¿por qué ha de tratarse a los extranjeros como si fuesen extraños?”. Abdoul Baha
Como hijo de inmigrantes, sé de primera mano lo que significa abandonar la tierra que te vio nacer, nadie tiene que contármelo, simplemente lo he vivido. Quien deja atrás su patria y sus quereres lo hace solo por una razón: la necesidad que genera el hambre, la persecución o incluso ambas. Emigrar no es un acto placentero, es un acto obligatorio y valiente.
Nuestro país, durante años fue el mejor destino de la inmigración de buena parte del mundo, por lo afable y hospitalario del venezolano, por sus condiciones climáticas, por sus riquezas y por esa igualdad de oportunidades que siempre le brindó a los que llegaron aquí desterrados. El talante democrático del pueblo de Bolívar fue siempre un referente, por ello, cientos de extranjeros llegaron a nuestras tierras para retribuir con trabajo digno la libertad que anhelaban sus corazones.
Nunca pensamos los nacidos aquí que nos tocaría salir en tropel, en la génesis del siglo XXI sufrimos las penurias de aquellos que desde la mitad del siglo XX vinieron en busca de una vida mejor, de aquellos que echaron raíces y con esfuerzo honesto ayudaron a construir la Venezuela que conocimos.
El hambre, la miseria, la enfermedad, la inseguridad, la falta de oportunidades, la inflación desmedida y la indolencia de un autoproclamado gobierno, han precipitado el éxodo de más de cuatro millones de venezolanos estos últimos meses. La población sale dejando atrás todo lo que una vez fue o soñó ser. La vida resumida en un equipaje cargado de esperanza para comenzar de cero en un país extraño, con nuevas costumbres y entre desconocidos.
A esta hora, ¿cuántos hermanos venezolanos están padeciendo en el extranjero? La realidad es que cuesta saberlo, porque una de las características intrínsecas del inmigrante es la cautela acerca de su verdadera situación para no generar más angustias a sus seres queridos. De cara a sus familias ellos siempre estarán bien.
El inmigrante siempre carga con el recuerdo, la nostalgia y el deseo diario de regresar a su origen, de ver las costas que lo vieron partir, aunque eche raíces y haga familia, ese deseo que arrebata el corazón e inunda los sentidos se hace presente. Más allá de eso, ahora los venezolanos también vivimos bajo el estigma de ser “desplazados”.