Maduro
Las angustias de Nicolás Maduro son inocultables, ante una realidad que le señala que su gobierno está colapsado, y él atravesando como Presidente el mayor rechazo que ningún otro haya recibido en el país.
Para enfrentar la crisis ha decidido montar la estructura que le permitirá adelantar la campaña electoral con miras al 2019, la cual se soportará en un populismo exacerbado, que consistirá en repartir más dinero inorgánico, lo que nos pondría al borde de la hiperinflación.
En esa estrategia electoralista decidió reestructurar el gabinete, designando a Tareck El Aissami como vicepresidente ejecutivo, un radical cuestionado, sustituyendo a Aristóbulo Istúriz, a quien designa ministro para las Comunas, suerte de aparataje para el mismo fracaso pagados con las nóminas paralelas ocultas de su gobierno. Rescata el retorno del chavismo original al Gobierno con la designación de Adán Chávez como ministro de Cultura, en una señal de que la familia del expresidente ha sido sacada del ostracismo, y llevada a apuntalar con su presencia a un gobierno que destruyó lo positivo dejado por Hugo Chávez.
Las menciones reiteradas al general Padrino López reafirman que estamos ante un Gobierno excesivamente militarista y que así va a continuar, por ser esta la garantía de su sobrevivencia. Crea el “Comando Antigolpe”, cuya anunciada estructura nos proyecta una campaña electoral signada por mayor represión a las opiniones opositoras.
Las respuestas que el pueblo demanda y espera para superar la crisis no vendrán. El problema mayor para resolverla no es solo tomar medidas y cambiar el rumbo, sino desmantelar con un gran costo político la estructura de gobierno creada para impulsar un esquema de políticas que han fracasado, y causantes del desastre económico en que está envuelto el país. Maduro sabe por lo que atraviesa y está consciente de su debilidad para hacer frente a los distintos escenarios que le son adversos.
El tiempo avanza indetenible, y si la MUD logra coordinar una acción opositora colectiva, envolvente, coherente y menos personalista, podría hacer posible lograr el cambio que los venezolanos buscan.
Conociendo esa posibilidad, Maduro necesita meter a la oposición en su proyecto de adelantar su campaña electoral, y utilizar todos los recursos del poder que le facilitarían un hipotético triunfo. Solo el diálogo medianamente exitoso para él, podría darle a su estrategia una plataforma comprensible para lo que se propone, de lo contrario nada impedirá su desastre electoral.