Esa
No es el momento de analizar las tesis de Weber, Marx o Keynes, ni desde el realismo literario saber sobre la clase media. Se trata de describir la patética realidad de la clase media venezolana.
La clase media está sobre un 25 % de la población. Tiene bajo su responsabilidad la enseñanza universitaria, puestos de dirección en las pocas industrias que quedan, dirección, bancos y técnicos que mueven con sus conocimientos el ritmo diario del país.
Esa gente se viene disminuyendo, por causa de sus salarios, con la mayor inflación del mundo, del desencanto y la tristeza y engrosa a lo que la Cepal ubica como una clase vulnerable, que se empobrece frustrada y con miedo a la represión de la dictadura que gobierna Venezuela.
Es la población que ve irse sus jóvenes en éxodo al exterior, que soporta con amargura la comprobación de la prostitución de sus hijos que se venden para comer, vestirse, divertirse o pagar sus estudios. Es la clase social que escoge entre hacer las colas para adquirir los alimentos o ir a trabajar. Dilema de exasperación, que ni los deja comer bien ni les permite inventar o rendir mejor en sus empleos.
Esa clase está a la espera de un hombre que a la manera de Jesucristo en el templo, saque con un látigo de Miraflores a quienes han acabado con un país que lo tenía todo. Maduro es un hombre que sorprendentemente ha logrado rodeado de militares venales arruinar a la patria, hundir a Venezuela sin mayor resistencia.
Venezuela pareciera un país de brazos cruzados, está esperando que aparezca un hombre que grite y convoque a la calle, que prenda un alboroto nacional. Los saqueos en varias poblaciones son la clarinada de esa espera. Los grados de represión de la guardia pretoriana de Maduro cuentan ya con varios muertos y heridos entre los que pelean para mitigar el hambre.
Esa clase media se encuentra con sus automóviles venidos a menos, casas sin mantenimiento, ropas descoloridas, niveles de desnutrición, incomunicados con el exterior, llenos de deudas y con acreedores compulsivos, martirizados en el interior del país con cortes de electricidad, sin seguros de hospitalización, hundidos y sin esperanza.
Venezuela está sola, algunos gobiernos que se beneficiaron con su petróleo han preferido apoyar a la dictadura transitoria, que a la que desaparecerá con el último venezolano.