El enigma del tiempo

Tenemos que darles un aliciente a esos jóvenes que no ven futuro en su país y procuran huir de la problemática que parece imposible de superar

Apenas a pocos días de que el futuro se convierta en presente, del venezolanísimo ¡Feliz Año, compadre! Cuando en medio del alborozo, la humanidad toda se funda en un abrazo de optimismo y de esperanza por el nuevo año que se inicia y los propósitos vuelven a renovarse, se abre una ventana de oportunidad para todos los que vivimos en esta tierra de gracia. El cambio prometido, que debemos asumirlo con la responsabilidad que conlleva, es una aspiración que movilizó a millones de venezolanos, que esperan que este Año Nuevo sea para el mejoramiento de sus condiciones de vida y el desarrollo y progreso del país, estancado en sus propias miserias. Sin credibilidad y relegado en los grandes centros mundiales de discusión porque más allá de las amenazas, insultos y torpezas diplomáticas, la clase gobernante no tiene nada nuevo que ofrecer.

Si con la celebración de las fiestas navideñas y de Fin de Año se renueva la vida y se propicia también una transformación personal hacia la renovación y el logro, debemos orientar a los jóvenes para que se expresen, porque ellos tienen mucho que decir de la situación del país y desde su perspectiva buscarle respuestas a la problemática que viven en primera persona. Tenemos que darles un aliciente a esos jóvenes que no ven futuro en su país y procuran huir de la problemática que parece imposible de superar. Pero ante el inicio de un complejo proceso de cambio, es menester que todos coadyuvemos a eliminar los conflictos y crear barreras contra la desesperanza y el desánimo porque no se debe esperar soluciones mágicas, inmediatistas. Todo tiene su tiempo; más lo importante es el esfuerzo y la persistencia para alcanzar el objetivo trazado, uniendo todas las voluntades posibles.

Cuando hablo de jóvenes es imposible no pensar en los estudiantes universitarios que, pese a las limitaciones de todo tipo y las amenazas, continúan su proceso de formación. Ellos están cambiando su manera de pensar y de actuar; pero también requieren de esa plataforma que es la universidad, la que también tiene que cambiar hacia un paradigma donde tenga cabida la generación de ideas y su producción, en una relación simbiótica con el mundo industrial, empresarial y productivo. Dejar de ser un rehén del Gobierno en materia financiera para buscar entre el sector externo, alianzas que promuevan los productos académicos y contribuyan a su financiamiento. El cambio, no es una utopía. ¡Feliz Año 2016!

 

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