Dios quiera que las nuevas generaciones, bien asesoradas y mejor informadas, comprendan que es el valor de la libertad y el principio de justicia lo que debemos rescatar en el ejercicio de la política, tal como la concibieron los griegos
“La Polis es la comunidad ciudadana en cuyo espacio artificial, antropocéntrico, no gobierna la necesidad de la naturaleza, ni la voluntad enigmática de los dioses, sino la libertad de los hombres, es decir, su capacidad de razonar, de discutir, de elegir y revocar dirigentes”. Fernando Savater
Debemos estar claros que Venezuela es un campo de batalla donde se libra una lucha desigual, verdaderamente asimétrica, entre la delincuencia organizada transnacional y las ansias de libertad de un pueblo demócrata a quien le faltó la determinación y la organización que hoy afortunadamente recuperó, y cuyo descuido permitió que se incrustaran en el cuerpo social los parásitos malsanos del narcotráfico, el terrorismo, la corrupción, el contrabando, el sicariato, la coima y los gérmenes del odio, la maldad, la indolencia y todos los antivalores que siempre ponen en práctica las mafias y las bandas de delincuentes que consiguieron en la degradación de la política el ambiente apropiado para imponer su poderío en nuestro país.
Ha sido un proceso de incubación que ha causado muchos males a la nación. Lo sorprendente es que todavía haya dirigentes políticos, que uno los creía curtidos y ya retirados, creyendo que nuestros esfuerzos por liberar la república tendrían mejores resultados aplicando los principios y valores democráticos conocidos desde Platón hasta nuestros tiempos. El proceso que estamos viviendo es inédito, es el malandraje político en acción, es el ropaje de la política vaciada de todo contenido ético, donde la fortaleza del régimen es mayor en cuanto mayor sea la debilidad de nuestro cuerpo social. Existe allí una relación funcional directa cuya desproporción se incrementa si a ello contribuyen los viejos actores políticos corroídos moralmente que sucumben ante la tentación de asegurarse su vejez a cualquier precio.
Dejemos que los jóvenes se curtan la piel en esta lucha titánica. Ayudemos a que sus morrales se surtan adecuadamente de principios, valores, decencia, respeto, solidaridad y coraje para enfrentar con claridad y guiar con luminosidad los senderos de libertad, prosperidad y paz que reclama la patria maltrecha. Permitámosles que cometan nuevos errores, como decía Bertrand Russell, y no los viejos errores que ya cometimos y que pertenecen a otras épocas. Pongámonos a su lado para ayudarles a corregir si es necesario, y no les pidamos que nos sigan si ellos saben mejor que nosotros hacia dónde debemos ir. Ellos necesitan desplegar sus alas hacia donde alcance su imaginación, bastante les ayudaríamos recordándoles la firmeza de sus raíces.
En las designaciones que ha hecho hasta ahora el presidente interino, Juan Guaidó, observamos un sano equilibrio generacional entre la experiencia, la formación, el conocimiento y la juventud, lo cual no solo es aconsejable, sino que muestra ante propios y extraños la imagen de adecentamiento que nos enorgullece como nación civilizada, como lo que somos y nos hemos esforzado por ser realmente. Dios quiera que las nuevas generaciones, bien asesoradas y mejor informadas, comprendan que es el valor de la libertad y el principio de justicia lo que debemos rescatar en el ejercicio de la política, tal como la concibieron los griegos.