Viendo
¿Cómo llegamos acá? Es casi seguro que todo conflicto, bien sea personal o social, termine con esta interrogante. Y la respuesta, quizás también de forma inequívoca, desemboque en la misma frase, por la Intolerancia. Viendo ahora a cientos de jóvenes detenidos, otros más asesinados, y en general el estado de anarquía al que ha llegado el país, es difícil argumentar a favor de la Tolerancia y el entendimiento. Sin embargo, es un deber civil siempre apelar a la razón y la Paz, lo que no significa entregarse a quienes abusan de las Leyes, violan DDHH, y en general son opresores.
El punto central del conflicto actual es que cada parte ha ido “subiendo la apuesta”, llevando la situación a un contexto de todo o nada. En esa dinámica cada parte deja de reconocer a la otra, y en tal sentido intenta aniquilarla, asumiendo que tiene la fuerza suficiente para hacerlo. La gran interrogante a esta altura es si esa escalada se puede detener, la respuesta es sí. ¿Cómo? Haciendo comprender a quienes tienen la potestad de poner un alto que la situación a la que están apostando los dejará en peores condiciones que las actuales. Y para ello hay unos personajes que son claves, los negociadores.
Cada lado tiene una o más personas racionales, individuos capaces de evaluar las acciones en términos de costos y beneficios, lo que para algunos puede sonar como muy “calculador”, pero que al final de cuentas hace referencia a cierto grado de pragmatismo. Todavía hoy, a pocas horas de un evento electoral que contribuiría a debilitar aún más las bases institucionales del país, es bastante probable que esta racionalidad esté intentando abrirse camino, aunque con mucho cuidado pues en medio del radicalismo incluso los aliados si son moderados pueden ser vistos como enemigos.
El 30 de julio puede ser el último vestigio de un posible entendimiento, no porque un formalismo de dudosa legitimidad entre en vigencia, sino porque el vacío institucional que se genere sea tan grande que la anarquía se apodere del escenario Político, y pequeñas facciones empiecen a manejar el conflicto de manera independiente. De hecho ya hay indicios que esto está ocurriendo, lo que sin duda lleva la situación a un contexto de incertidumbre sin precedente. Es por ello que es importante intentar conservar los últimos canales de cordura que puedan quedar.
Con lo anterior en mente, hay que decir sin vacilación que el principal responsable que la cordura no abandone la escena Política es el Gobierno. La razón de ello es que éste es quien se supone debe velar por la institucionalidad en el país. No es difícil intuir que por más que algunos actores dentro del Gobierno quieran que prevalezca la razón hay voces extremistas que los acallan. Voltaire escribió, “parece que el fanatismo, indignado por el éxito de la razón, se vuelve contra ella con más rabia”. Pero es ahí donde los verdaderos liderazgos deben asumir con responsabilidad su rol.
Venezuela está aún a tiempo de ser rescatada de la barbarie que se apodera de toda sociedad cuando la cordura se pierde. Ojalá quienes tienen en sus manos encontrar una solución, que pasa por regresar al país a la senda democrática y del progreso, lo entiendan.