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No hay que creerse la repentina e inesperada conversión de la cúpula chavista a favor de la transparencia y legalidad democrática. Lo del 6-D, la aplastante victoria de la MUD, con el suspenso incluido de un CNE que una vez más no le hizo honor a su prédica de contar con el “mejor sistema electoral automatizado del mundo”, viene a representar el fin del chavismo en Venezuela como la opción política dominante.
Esas tres horas, entre las 9:00 pm y las 12:00 am fueron críticas y decisivas para delinear la nueva gramática política nacional. Y no es que el chavismo desapareció, pero sí que quedó tocado, y hasta nos atrevemos a señalar, que herido de muerte. Si bien siguen controlando la institucionalidad paralela de índole partidista a través del PSUV y contraria a la Constitución vigente, quedó en evidencia que su principal sostenedor se le volteó: las fuerzas armadas.
Jamás sabremos lo que se negoció ni las presiones que tuvo que padecer Maduro, Diosdado, Cilia, Rodríguez y el resto de los miembros más connotados de la oligarquía socialista en el poder. Lo que sí fue evidente es que los militares se comportaron, salvo uno que otro desliz, como garantes de la legalidad electoral mientras duró la votación.
Tengo la hipótesis que la debilidad y disensiones entre las facciones alrededor de la cúpula chavista cívico-militar evitó que se cometiera el fraude electoral que se estaba cocinando. Tibisay y el CNE probolivariano no se regeneraron de manera imprevista, no está en su genética un cambio de piel porque nunca fueron autónomos ni institucionales. Maduro mismo ni siquiera fue capaz de encajar la derrota con hidalguía, ni felicitó a la MUD ni asumió la responsabilidad política del fracaso. Siguió hablando de la ficticia “guerra económica” y de la “contrarrevolución”, eso sí, se le vio golpeado al igual que a toda la plana mayor del chavismo. Maduro sabe que su salida vía referéndum presidencial es más que inminente.
Lo mejor de este triunfo electoral, aunque lo intenten menoscabar, es que el chavismo dejó de ser mayoría en Venezuela, y eso es histórico. Los 17 años de regresión chavista llegan a su final y la esperanza de recomponer el daño que han producido alienta a todos los sectores, tanto los que le han apoyado como los que le han adversado, a lavar los pecados y pactar una transición que retome el sendero constitucional sin segundas intenciones. Lo inmediato: liberar a todos los presos políticos y de conciencia.