Maduro
Maduro y sus voceros “se encadenan” y usan la propaganda política para hablar de un bienestar que no existe. El pueblo está pasando necesidades y hambre. Pide pan y le dan plan. Pide libertad y le dan represión. Pero los venezolanos todavía recuerdan, cuando iban de compras al mercado y encontraban de todo. Sus salarios alcanzaban para cubrir la cesta básica. Nunca había estado la población venezolana en tan lastimosa situación, como ahora. Ni siquiera en los 60 años de las cruentas dictaduras del siglo XX, ni durante las consecuencias del Viernes Negro de febrero de 1983 a causa de la abrupta caída del bolívar y las medidas económicas tomadas por Luis Herrera Campins, ni las causas que llevaron a la población a rechazar las medidas del FMI y las políticas neoliberales que causaron El Caracazo, que como respuesta terminó con la sangrienta represión del gobierno de Carlos Andrés Pérez, entre el 27 de febrero y el 8 marzo de 1989.
Nicolás Maduro y su grupo de poder, saben que lo han arruinado todo, tanto como nunca nadie lo había hecho antes. Esta verdad no los deja dormir tranquilos, no aguantan el fétido aliento de su fracaso. Saben que serán culpables de lo que a Venezuela le suceda de ahora en adelante. Pero esto, no les quita sus prácticas demagógicas. Entre sus planes está el de ganar tiempo. Por eso minan cualquier recurso constitucional para impedir una solución urgente y democrática para salir de la peligrosa crisis político-económica que ellos mismos crearon.
Maduro y el grupo de poder rojo que lo presiona, no tienen un plan definido para salvar al país. Sus pensamientos nublados por el miedo cerval, les impiden pensar con claridad. Por ello, no buscan el franco diálogo para destrancar el juego. Lo único que inventan es “meter cabras”, presionan y amenazan a los árbitros para ganar el juego a la mala. Actúan como verdaderos capos. Empezaron por acusar de falsos delitos a líderes políticos y a dirigentes estudiantiles, hasta encarcelarlos, para destruir al futuro inmediato. Echan a la calle a grupos armados y rentados con dineros públicos para que amenacen, intimiden, torturen y disparen contra la multitud que protesta. Así lo han hecho antes y lo siguen haciendo. Además, para ocultar sus excesos, incrementan la agresión y robo contra los medios de comunicación. El Presidente de la República, la parcialidad de los Poderes Públicos derivados y de sus funcionarios por esta vía, llevan al país a la conflagración. Ellos conocen la gravedad de sus excesos y están al tanto de las consecuencias de su gran fracaso político-económico. Saben que el país y la comunidad internacional tienen pruebas fehacientes de sus actos.
Por esto y mucho más, urge cambio de gobierno para reactivar al Estado de derecho y al sector productivo o económico. Sí hay que dar libertad para la creación de más y mejores empresas, defender al sector agropecuario para derrotar la escasez de alimentos. Urgen más y mejores libertades democráticas que unan a la nación, derroten a la parcialidad y segregación política, saquen al país de la desconfianza, de la hostilidad y lo salven del inminente estallido social. Y esto no se puede lograr con Maduro en el poder. Por ello, él tiene que considerar el diálogo y la salida democrática.
Maduro y sus seguidores se entrampan y se queman en sus propias salsas. Sus prácticas políticas convirtieron a su gobierno en arbitrario y usurpador, esto lo ilegitima. Pero se equivocan si creen que su única oportunidad de salvarse es mantenerse en el poder “como sea”. Parecen ignorar que la historia de este tipo de gobierno, por tradición culminan semejante a una película tradicional: los culpables terminan derrotados y detrás de las rejas. Quienes traen cambios, como nuevos y victoriosos, renuevan la esperanza en la gente, por ello el pueblo les da reconocimiento y confianza. Y todo, porque los cambios, abren nuevas oportunidades.