El hombre héroe y el miedo

El hombre necesita sentir siquiera un motivo para transformar la realidad que percibe. De allí que los cambios se originan en los espacios infinitos de la idea

Cruzar las fronteras del miedo supone un acto de heroísmo, tanto que solo la pasión hecha valentía puede irrumpir esos casi inexpugnables límites. Es así. El hombre necesita sentir siquiera un motivo para transformar la realidad que percibe. De allí que los cambios se originan en los espacios infinitos de la idea, para luego convertirse en partes integrantes de aquella realidad.

Detrás de lo visible hay muchas cosas, y la razón lo sabe de memoria. “Todo” tiene una explicación, aunque no sea exhibida ni aceptada de forma unánime. Habrá quienes piensen y digan que los cambios se gestan en la conciencia, mientras otros afirmen que se forman allí después de haber aparecido inesperadamente, a modo de chispa, en el corazón.

La decisión de cambiar es el primer paso importante que damos en este camino. Una vez aquí, no hay vuelta atrás. Mientras el desánimo pretende atemorizarnos con un inventario lleno de imposibles, la esperanza nos defiende ofreciéndonos el apoyo que vamos a necesitar cuando abandonemos a su suerte los hábitos y costumbres que nos han acompañado durante mucho tiempo.

El miedo, esa emoción gigante que utiliza al desánimo como simple marioneta, no descansará hasta quitarnos la voluntad de cambiar y terminar de apoderarse del presente como único tiempo vivo, donde se tiene la oportunidad de perfeccionar la experiencia dejada a su paso e idear los sueños que despertarán al amanecer del próximo sol de primavera.

Entonces, la libertad ha dejado de ser un derecho para convertirse en energía viva que, sin ataduras, expresa el sentido que le damos a los seres y cosas que están en el camino que nadie diferente a uno mismo habrá de transitar e, incluso, después de haberlo recorrido, porque las obras humanas pueden llegar a ser superiores a la muerte cuando llenan de amor los corazones ajenos.

Sobrarán pesimistas que profeticen el fracaso. No hay que culparlos, porque ellos no pueden ofrecer sino su propia colección de desilusiones, en la cual cada pieza simboliza un carácter que no superó las pruebas rutinarias que son asignadas por orden natural a quien persiga un ideal. Por eso, el éxito no debe escuchar todo lo que le dicen, a menos que conozca de las buenas intenciones de quien le habla.

El hombre héroe es aquel que se enfrenta a sus miedos. Una vez vencidos, comienza a vivir una plenitud hasta entonces desconocida para él, porque nunca antes había sido libre. Ahora es cuando se reconoce como un ser único, poseedor de dones, también únicos, y con los cuales tiene la misión de hacer bien, decir la verdad y amar la belleza.

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