jueves, enero 9, 2025
InicioEl huequito e...

El huequito en el interior

-

 

El ahorro dejó de ser atractivo y rentable, con tasas de interés negativas, nadie procura ahorrar, pues la inflación que también es la más alta del mundo, se devora en cuestión de horas cualquier partida monetaria sin respaldo

No se trata de una broma de mal gusto, ni de una moda pasada que, irremediablemente regresa, o de una parodia grabada para un programa de televisión, se trata de una triste realidad que refleja el estado de necesidad y miseria que padecen más del 85 % de los venezolanos.

Con el salario mínimo más bajo del mundo, los recursos percibidos se destinan casi en su totalidad a la compra de comida; el aseo personal; la ropa y el calzado pasaron a un segundo plano, muy lejano e inalcanzables para la mayoría, así como la recreación y el esparcimiento familiar. El ahorro dejó de ser atractivo y rentable, con tasas de interés negativas, nadie procura ahorrar, pues la inflación que también es la más alta del mundo, se devora en cuestión de horas cualquier partida monetaria sin respaldo, la moneda pierde toda su capacidad de compra, se convierte en un simple papel que solo ocupa un gran espacio en las carteras, basura sin ningún tipo valor.

La brutal merma en el poder adquisitivo, obliga al consumidor a eliminar de su presupuesto gastos que considera innecesarios, por eso el primer renglón de esa larga lista es algo imperceptible, un atuendo conocido sólo en la intimidad del núcleo familiar. La ropa interior pasó a ser un bien suntuario, difícil de reponer en estos tiempos de revolución; el desgaste se evidencia en el espejo, pero se disimula bajo la ropa. 

Y pensar que hace menos de 10 años, el turista venezolano era el más cotizado, el más apetecible; los taxistas enfrentados esperaban ansiosamente en la salida de los aeropuertos de Tocumen, Reina Victoria, El Dorado, Jorge Chávez, la llegada de los aviones de mi patria, con la esperanza de embarcar un coterráneo, porque sabía que la propina era de 20 dólares en adelante.

Hoy nadie nos recibe con una sonrisa; nos ignoran, claro, ya no raspamos cupos, ni damos propinas, los subsidios que los incestuosos hijos del castrocomunismo usaron para corromper la sociedad y comprar fidelidades, se agotaron, al igual que el modelo rentista, mientras en las zonas populares, el colectivo todavía sigue sin entender cómo, después de haber viajado a otras latitudes, comprado cientos de cosas inútiles y comido platos exóticos sin detenerse a mirar el precio, sus despensas permanecen vacías, sus neveras desérticas, sus vehículos arrumados como chatarra, y en su tendedero, un desgastado interior de marca, con unos cuantos huequitos que simulan las huellas de una extinta civilización bananera, regida por un troglodita, que prefirió gastar el mayor ingreso petrolero de la historia en necedades, que invertirlo en el desarrollo de su propia patria.

 

Visited 2 times, 1 visit(s) today
- Publicidad -

Lo Más Leido