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Al visitar Portugal en las tiendas turísticas hay disponible cientos de recuerdos con la imagen del Gallo de Barcelos pero pocos saben la historia detrás de este ícono del país luso. Este símbolo se hizo popular como distintivo de Portugal desde los años 30 del siglo pasado. La leyenda en torno a este gallo tan particular, que data del siglo XVI, cuenta que un peregrino gallego del Camino de Santiago fue acusado de haber robado el dinero a un terrateniente, por lo que fue condenado a la horca. Como última voluntad, pidió ser llevado ante el juez, que se encontraba comiendo un gallo asado. El peregrino le dijo que, como prueba de su inocencia, el gallo se levantaría y se pondría a cantar. El juez echó el plato para un lado e ignoró las palabras del hombre.
Con el paso del tiempo, la figura del gallo “se hizo cada vez más presente por ser un animal que, en el fondo, está ligado a la agricultura y al día a día de nuestros antepasados”, explicó la artista plástica Silvia Barbosa. Fue precisamente ese vínculo con lo rural lo que llevó al régimen dictatorial de Antonio de Oliveira Salazar, muy allegado a la tradición, a apostar por la figura del animal. Así, a iniciativa del régimen salazarista (1926-1974), el Gallo de Barcelos comenzó, en la década de los 30, a representar a Portugal en ferias internacionales, transmitiendo la imagen idílica de un país ligado a su folclore.
El primer gallo fue creado por el artesano luso, Domingos Côto, natural de Barcelos, una localidad al norte del país, a orillas del río Cávado. El gallo puede verse en los escaparates de todas las tiendas de “souvenirs” de las principales ciudades del país, al lado de los álbumes de la reina del fado Amália Rodrigues o de las camisetas con el nombre del famoso futbolista Cristiano Ronaldo. La figura “es el principal ícono cultural” en la región de Barcelos, donde se asegura que tener un ejemplar en casa da suerte a sus propietarios.