El largo camino de regreso

La política pública para las universidades trata de disminuir su presencia crítica y libertaria. Reduce su perfil al de casa formadora de profesionales y centrada en un pensamiento único

Es una verdad de Perogrullo decir que Venezuela está en crisis. Una crisis que desdibujó el rol de las instituciones, incluida la institución universitaria que ha tenido una desviación en sus principios y  valores y hoy día sobrevive en medio de una severa parálisis paradigmática. 

La comunidad universitaria pareciera no haber entendido las dimensiones del daño infringido a las universidades; que es necesario salir de la zona de confort para dar respuestas viables a los diferentes problemas que amenazan su existencia en cuanto faro que ilumina la encrucijada en que se debate la sociedad. No podemos esperar que desde el exterior le impongan cambios, ajenos a su esencia.

La política pública para las universidades trata de disminuir su presencia crítica y libertaria. Reduce su perfil al de casa formadora de profesionales y centrada en un pensamiento único, minimizando sus actividades de investigación, posgrado y extensión a unos ideologizantes programas sociales. Se hace de lado la crítica que surge de la reflexión, el análisis y la discusión, factores sustantivos para la democracia y la creación y desarrollo del conocimiento.   

En este sentido, la institución tiene que volver sobre sus pasos y buscar en sus raíces las claves que la llevaron a cumplir el rol protagónico que tuvo en su pasado glorioso y fue decayendo conforme los gobiernos y demás actores políticos derribaron la confianza en su quehacer. No es una apuesta al pasado sino saber de dónde vinimos para proyectar hacia dónde vamos.

Tener conciencia de los aciertos y errores para remontar la ola de la dura realidad que vivimos, con los principales recursos que tenemos a mano: sus capitales humano, estructural y relacional, en un contexto de escasez debido al colapso del modelo petrolero y ante la falta de uno alternativo, pues en Venezuela no se consideró necesaria la producción y la productividad de alimentos, medicamentos y otros bienes, ni el desarrollo del conocimiento aplicado a nuestra realidad y por ende, carente de capacidad para entender los cambios en el competitivo mundo global.     

Esto es, repensar la universidad y construir “un discurso que implique el diseño de las respuestas a los nuevos roles” que ha de asumir la institución universitaria, en los escenarios democráticos que plantean los tiempos de cambio que se fraguan en el país. Recuperar su ascendencia en la comunidad que se muestra impasible ante la problemática que afecta a su misión institucional.

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