El mal se profundiza

Entre el 85 y el 90 por ciento de los venezolanos que manifestamos nuestro rechazo al régimen, nos hemos convertido en objetivos políticos para el Gobierno, cualquiera de nosotros puede ser sorprendido por un allanamiento, o puede ser apresado y sometido a las más crueles torturas

“Lo que está dentro de nosotros, nuestra energía espiritual, es el deseo, el apetito permanente e invariable de ser lo que somos”.

En la medida que transcurre el tiempo se intensifica la etapa brutal del régimen y se corre el riesgo de que el desencanto se apodere de los venezolanos. Eso sería mortal para nuestra confianza y fe en la lucha desigual, pero valiente, que sostenemos bajo la conducción de Guaidó y los miembros de la Asamblea Nacional legítima. Los agentes de la usurpación lo saben y los dirigentes que pujan por un Gobierno de transición también.

El régimen está revolcándose de dolor porque a diario recibe golpes inesperados como las denuncias públicas documentadas de sus torturas, filmadas por un teniente de la Fuerza Armada Nacional en los centros de prisión y vejámenes de la Policía política. Igualmente las expresadas por la Comisionada para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, la señora Michelle Bachelet, como un adelanto de lo que puede ser un informe demoledor contra el régimen y que luce evidente a los ojos de todos los venezolanos que padecemos sus andanzas y consecuencias.

Estamos en una etapa peligrosa y riesgosa para cada uno de nosotros, el mal se profundiza contra quienes mantenemos una férrea oposición a los causantes de la degradación política y el desbarajuste económico que sufre el país. Entre el 85 y el 90 por ciento de los venezolanos que manifestamos nuestro rechazo al régimen, nos hemos convertido en objetivos políticos para el Gobierno, cualquiera de nosotros puede ser sorprendido por un allanamiento, o puede ser apresado y sometido a las más crueles torturas y vejámenes físicos y morales en clara violación de los derechos humanos fundamentales. Es la política del terror.

El régimen en respuesta a los golpes recibidos responde con mayor ferocidad y mayor creatividad para ejecutar el mal. Por eso el secuestro arbitrario y calculado como el del abogado Roberto Marrero, jefe del Despacho Presidencial, el cual tiene múltiples lecturas que auguran otras medidas más audaces; igual la sentencia de la vejada y humillada jueza Afiuni, basada en un cargo que aporta nuevas definiciones a la injusticia penal, como lo es la “corrupción espiritual”, determinada por quienes no tienen un ápice de moral ni de ética, pero sí un espíritu repulsivo, desfachatado, cruel e insensible.

El asesinato de Oscar Pérez, del señor Brito, del concejal Albán y otra larga lista, a los cuales se suman los asesinados por la falta de alimentos y de medicamentos por negarse al ingreso de la ayuda humanitaria, las condiciones inhumanas provocadas por apagones inducidos por el régimen, el encarcelamiento injusto y manipulado de otros venezolanos, civiles y militares, entre los que destacan Leopoldo López, Juan Requesens y Marrero; el exilio forzado de millones de venezolanos por manifestar su opinión y participar en la lucha democrática contra la dictadura heredada de Chávez y magnificada por Maduro, son claras muestras y horribles evidencias de la actuación de seres infernales y abominables, cuyos espíritus se regocijan mientras más despiadado es su proceder.

 

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