Ya no sabemos que es verdad y que es mentira. La realidad cotidiana en Venezuela es penosa y sufriente pero desde el poder nos dicen que todo está bien. El mito es más fuerte que la realidad
La mente es la más grande cárcel del hombre. No tenemos idea de la realidad tal como es y preferimos una percepción deformada de la misma. Y esto es producto de las creencias tanto religiosas como laicas. El mito es más fuerte que la realidad. Porque el mito es la fantasía imaginada ideal que contrasta con una realidad frustrante que nos negamos a reconocer porque ello implicaría hacernos responsables de nuestros propios errores y fracasos.
El poder de lo simbólico termina ejerciendo una influencia mayor, y compensatoria, sobre una ciudadanía subordinada a un poder irresponsable que se vale de señuelos psicológicos, conscientes e inconscientes, para alentar una quietud que no cuestione el statu quo, y básicamente, el desarreglo.
O en el peor de los casos, una dominación explicita encubierta por los formalismos cívicos al uso: constituciones, constituyentes, revoluciones, elecciones, instituciones, embajadas, tratos diplomáticos, reglamentos y demás, tal como es el caso de la mayor parte de la Historia de Venezuela y latinoamericana, luego de conquistar su Independencia en 1830.
La posverdad y el Mito se entrelazan y la explotación que los bolivarianos han hecho ha sido inmisericorde a través de una hegemonía comunicacional evidente. Ya no sabemos que es verdad y que es mentira. La realidad cotidiana en Venezuela es penosa y sufriente pero desde el poder nos dicen que todo está bien.
El éxodo venezolano representa a más de tres millones de profesionales, huyendo de su país porque consideran que el futuro está clausurado mientras se mantenga la actual situación. El desmantelamiento de la democracia y sus instituciones es completo. Y el modelo cubano, de control social absoluto, inspira a los que hoy se han apoderado del poder sin contar con el respaldo mayoritario de la población.
Hoy, en Venezuela, sólo lo imprevisto nos puede salvar y la transición democrática es la coordenada que deberíamos conseguir contra todo pronóstico. Lo que sí sabemos es que el proyecto a favor de una sociedad cerrada sigue avanzando y los espacios de la sociedad abierta cada vez se hacen más pequeños. Ya tenemos el próximo 22 de abril de éste terrible 2018 una nueva elección presidencial, cuestionada, que se parece más a una coronación.
Nuestras esperanzas están puestas en recuperar la democracia y vivir en una sociedad donde todos los colores se puedan manifestar para hacer posible una convivencia en paz y progreso para la mayoría de los venezolanos.