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Un Papa que duda de sí mismo, aunque lo más impactante: esa misma vacilación le lleva, por momentos, a pensar que Dios es solo un fetiche humano para aplacar nuestros miedos, es decir, un gran invento, un Dios de papel, inexistente, solo una idea. Nada más y nada menos que un Papa ateo. Esto es solo un abreboca del Papa joven de Paolo Sorrentino, una serie superior, excelsa en recursos, con el sello del director de Un lugar donde quedarse (2011); La Gran Belleza (2013) y La Juventud (2015).
En realidad, la principal virtud de este seriado conceptual sobre Dios, la Iglesia romana, la condición humana y todas sus contradicciones reside en la gran actuación de JudeLaw. Secundado por un reparto de alto nivel donde destacan Diane Keaton, Silvio Orlando y Javier Cámara.
El Papa joven tiene una narrativa a dos planos: la primera gira en torno al papado como un entramado monárquico en donde la lucha de egos, influencias y poderes se hace de una forma tan despiadada que no le diferencia en nada con la política pagana. Luego está el drama personal de un Papa cincuentón, algo inusual, que está roto por dentro ante una orfandad parental nunca superada.
Este Papa joven tiene una doble tarea en el Vaticano: volver a recuperar una religiosidad mucho más genuina alrededor del misterio e imponer su liderazgo entre unos cardenales que le tratan con recelo y le quieren como marioneta. Las estrategias que utiliza para lo primero son teológicamente atrevidas, aunque se trate de un defensor a ultranza de dogmas hoy tan discutidos como el celibato, la homosexualidad y el aborto.
Aunque este Papa que fuma, es atlético, atractivo e irreverente vive su propio tormento interior. La orfandad y soledad le corroen. Es una rémora psicológica que humaniza aun más a este Papa a veces con una autoconfianza de león y a veces con unos miedos de ratón. Dios está en nuestros afectos. Y si estos afectos nos han abandonado: Dios no está.
Toda esta dialéctica interior y externa alrededor de Pío XIII (JudeLaw) es llevada por Sorrentino capítulo por capítulo sin que el interés del espectador decaiga en ningún momento. Diez capítulos con una tensión in crescendo, haciendo de la heterodoxia su principal planteamiento, solo que al final cede, haciendo las debidas concesiones a una feligresía acostumbrada a una fe de circo.