El Planetario “sobrevive” a la crisis

Ver el Sol o las estrellas es una realidad, al igual que conocer el museo de la radio o pasear en bote por la laguna Las Peonias en un complejo ubicado a solo kilómetros de la ciudad. Con más de 13 áreas educativas, recreativas y científicas, el lugar es “ideal” para toda la familia 

El sol de Maracaibo es mundialmente conocido, pero sus habitantes desconocen que cerca de la ciudad existe un lugar en el que pueden conocer de primera mano las estrellas y la Luna, la misma que pisó el hombre en 1969. Luego de pasar el Core 3 y tomar la vía hacia Tulé, a pocos kilómetros de Puerto Caballo está ubicado el Complejo Científico, Cultural y Turístico Simón Bolívar, mejor conocido como el Planetario.

Este icónico lugar, situado en el municipio Mara y con 31 años de historia, posee más de 13 áreas destinadas para el disfrute, la educación, el descanso o la ciencia, y los parques, piscinas, canchas de usos múltiples, planetario, paseo en bote, museo de la radio, entre otros, abren sus puertas todos los días bajo el resguardo de Polimara, Guardia Nacional y Policía regional para garantizar el disfrute.

Un recorrido por el complejo permite desentrañar una “rica” historia a la que el Sol y la Luna “mantienen con vida” pese a la “crisis”. La falta de pintura en algunos lugares es notoria y el descuido de la infraestructura de gestiones anteriores resta brillo, pero en la actualidad “se trabaja con fuerza” para que “vuelva a relucir”.  

Comienza la travesía 

Luego de ser recibidos por un guía, el primer punto a visitar es el museo de la radio, aunque el orden y el área a conocer sea decisión personal. El servicio autónomo debe generar un ingreso y por ello, cada espacio por descubrir posee una tarifa distinta que los visitantes deben cancelar, pero también pueden hacerse de un paquete guiado por todo el complejo, que dura poco más de dos horas y que permite apreciar todo el terreno.  

El museo de la radio, con más de 12 años de antigüedad, permite conocer la historia de este medio. Equipos de los años 40, 50, 60 y en adelante, aparatos del cine, televisión, fotografía, teléfonos o máquinas de escribir, todo ello gracias a un convenio con la Fundación Higuera. Allí se filmaron películas como El Malquerido, cuyo espacio fue condicionado como un estudio de grabación de hace más de 30 años.

A pocos metros de distancia está el salón mirador que con sus 30 años a cuestas, sirve de sala de exposición al aire y permite una vista privilegiada del Complejo Petroquímico Ana María Campos, el Lago de Maracaibo, la laguna Las Peonias -forma parte de él- el cerro San Andrés y la vegetación del municipio Mara.

Para conocer 

Mientras la brisa fresca acompaña la jornada y los niños corren por el parque y alrededor del castillo que se encuentra en reparación y “a punto” de abrir nuevamente sus puertas luego de sufrir los estragos del comején, la Policía municipal hace rondas dentro del lugar cada media hora para asegurar que todo esté bien y apoyar a los cuatro vigilantes que permanecen fijos en el sitio. 

Acompañando el recorrido, Néstor Villalobos, director general del complejo, señala que el salón de usos múltiples Simón Bolívar se está acondicionando y “dentro de un mes tendrá capacidad para albergar 500 personas”. La sala de proyección es el “alma del parque” y desde hace 31 años sus asistentes “tocan el cielo”. Antes de subir, una exposición de ciencia de 2009, muestra cómo viven los indígenas con respecto al cielo y aunque la sala sea interactiva, no está habilitada a un 100 por ciento. 

El salón, ubicado en el área del Planetario, tiene en el centro de una de sus salas un proyector Star Máster, único en Venezuela junto a otro en Caracas, pero hace más de un año uno de sus circuitos se quemó y no funciona. El recinto está habilitado, pero en la actualidad es un video beam el que da vida a la mitad del lugar gracias a una aplicación debido a las limitaciones técnicas. 

Esta permite “viajar en el tiempo” por más de 25 minutos y proyectar en la cúpula del lugar las imágenes.  En sus momentos de otrora, la máquina -hoy por reparar-  proyectaba el cielo local y recibía visitas de estudiosos provenientes de Argentina o Chile. En la cúpula se observaba cómo el Sol cambiaba de textura y desaparecía, al igual que apreciar los planetas, nebulosas y saber cuál estrella posee mayor brillo.

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Tocando el cielo

La galería Ashok Majara, con imágenes captadas a través del telescopio que se encuentra escaleras arribas, sirve de preámbulo para un “fabuloso” momento. En ellas se retratan fotografías la Luna, el Sol, Mercurio, Júpiter y Marte y desde hace 12 años complementa el área de observatorio, que arribó a 29. Atravesando las escaleras y a punto de “tocar el cielo”, está el telescopio refractor QD de origen alemán. Luego de abrir una cúpula de madera giratoria, el objeto de 10 pulgadas permite observar desde la distancia el cielo y conocer lo que este depara. 

En el día puede observarse con detalles el Sol, pero en alguna de las dos noches en las que el planetario organiza visitas guiadas al mes en este horario, se aprecian galaxias, estrellas dobles y planetas. En la salida del edificio instrumentos de caza  Wayuu que datan de hace más de 500 años despiden el área, pero invitan a conocer el resto. 

A pasarla bien 

Tanto a la piscina como al miniacuario le faltan “detalles que se están corrigiendo” y los encargados del lugar aseguran que dentro de unos días estarán a “punto”. En la “gran pecera” pueden observarse rayas, gupis o pez cuchillo fantasma. Édgar Fernández, guía y conferencista del complejo, resalta que los visitantes “pueden llevar la comida que deseen e incluso prepararla allí”. 

Para quienes buscan calma y algo diferente, el paseo en bote en la laguna Las Peonias, cuyo nombre proviene de una planta, no pasa por alto y solos o en compañía pueden subir a bordo en una embarcación tipo kayak acompañados del guía. El recorrido que dura 15 minutos o más dependiendo del convenio con la cooperativa, ofrece una panorámica privilegiada del entorno compuesto de vegetación, flamingos y cangrejos violinistas.

El complejo, hoy en manos de la Alcaldía de Mara, contó hace seis años con babillas, caimanes, osos hormigueros, cachicamos y tortuga carey que las personas dejaron en el lugar, pero el “ensayo” no pudo consumarse y por ahora “no está en planes” la permanencia de animales en el lugar. 

El acceso a cada área tiene un costo particular, igual que el uso de bohíos para un rato descansar, mientras que en efectivo y transferencias bancarias solo se puede pagar. Los talleres de dibujo y pintura que se dictan gratuitamente permiten dibujar los sueños que nacen en un sitio que “vale la pena visitar” y cuyo brillo al igual que el de la Luna “busca retomar”. 

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