Hasta hoy, solo los Estados que han sabido adecuar progresivamente su concepción del poder a lo señalado, han perfeccionado sus democracias dentro del Estado de derecho. Aquellos que se han apartado de estos principios, sin importar sus ideologías, han terminado en rotundos fracasos
Cuando en cenáculos secretos se elabora una nueva Constitución para imponerla por la fuerza al pueblo venezolano, es bueno recordar algunas ideas sobre el poder y la democracia. Después de la Revolución Francesa y norteamericana en el último cuarto del siglo XVIII, la civilización y el pensamiento humano cambiaron el rumbo de la concepción del poder. A partir de entonces, en las Constituciones y leyes de los Estados contemporáneos, el poder institucional desplazó al personal, el poder limitado al ilimitado y el poder distribuido, separado y equilibrado al concentrado.
Hasta hoy, solo los Estados que han sabido adecuar progresivamente su concepción del poder a lo señalado, han perfeccionado sus democracias dentro del Estado de derecho. Aquellos que se han apartado de estos principios, sin importar sus ideologías, han terminado en rotundos fracasos. Solo basta mencionar las experiencias del fascismo, el nazismo, el comunismo y los denominados socialismos reales. Ahora, ¿cómo analizar al régimen venezolano de hoy a la luz de estas ideas?
El régimen chavista llegó al poder al finalizar el siglo XX con una oferta básica: la democracia participativa. Se pretendía perfeccionar la institucionalización del poder limitado y diferenciado, a través de la participación libre y plural de la gente, en conjunto con el Estado en la solución de los problemas colectivos. Era este un proyecto de la sociedad venezolana gestado entre los años 89 del siglo pasado. Por eso encontró apoyo electoral y finalmente se incorporó a la Constitución de 1999. Pero a partir de 2002 y hasta el presente, hemos experimentado una involución hacia un proyecto diferente: el Socialismo del siglo XXI, fundamentado en el Estado Comunal, que ahora se nos pretende imponer en una nueva Constitución.
En esa concepción del Estado, se desnaturaliza la denominada democracia participativa y protagónica. Ese modelo de Estado, es una vuelta hacia el poder personal, ilimitado y concentrado de los totalitarismos fracasados. Mientras la democracia participativa combina la democracia liberal (separación de poderes, sufragio universal, pluralismo etc.) con mecanismos de democracia directa, el Socialismo del siglo XXI toma la ruta de la deriva totalitaria que siguieron Hitler, Mussolini, Stalin o Fidel Castro. Por ello, ha llegado la hora de instaurar la verdadera democracia participativa, reinstitucionalizando el poder limitado, distribuyéndolo horizontal y verticalmente en un Estado Federal Descentralizado. Hacia allí deberíamos ir, dejando atrás todo liderazgo carismático y autoritario. La nueva Constitución debemos verla como una oportunidad para recuperar la democracia y frenar todo intento de totalitarismo. Ojalá la mayoría de los venezolanos lo entienda de esa manera.