lunes, enero 20, 2025
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El problema más profundo

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La familia es insustituible en la formación de la juventud. Lo que se aprende en esa etapa no se abandona nunca. La paternidad responsable tiene una importancia de primer orden. Las enseñanzas que se reciben orientan a los seres humanos por el resto de sus días

Lo que más me preocupa de este tiempo es la desintegración material de la familia como núcleo fundamental de la vida en sociedad. No me refiero solamente a la diáspora de centenares de miles de jóvenes hacia otros países en búsqueda de futuro, de oportunidades para crecer y desarrollarse en ejercicio pleno de la libertad esencial que se necesita para triunfar sin depender de terceros. 

También mantengo el pensamiento en los millones de compatriotas desesperados como cabezas de familia por las dificultades para mantenerla unida, aún dentro del país. Si a esto sumamos la degradación de la educación a todos los niveles, el éxodo de profesores y maestros, el ausentismo escolar en grado superlativo y la existencia de un régimen ineficiente y corrompido, también en esta área, concluimos en que lamentablemente el país se ha derrumbado y está a la cola de las naciones más desafortunadas del planeta.

Es indispensable cambiar el régimen para poder adelantar una seria política que tenga a la familia como eje de todo cuanto pueda hacerse. La familia es insustituible en la formación de la juventud. Lo que se aprende en esa etapa no se abandona nunca. Las enseñanzas que se reciben orientan a los seres humanos por el resto de sus días. Cuando profundizamos en el análisis de quienes se han dañado en el camino, siempre encontramos como causa fundamental la falta de familia, en el sentido más amplio de la palabra. 

La paternidad responsable tiene una importancia de primer orden y las estructuras que, de cualquier manera pesan sobre la familia, deben de facilitar a las madres el cumplimiento de sus tareas fundamentales en la crianza y desarrollo de sus hijos. Todo, absolutamente todo, debe caminar en la dirección señalada. La justicia, política, economía, educación, salud y, entre otras cosas, la seguridad de las personas y de los bienes, deben estar al servicio de la familia en un clima de libertad y democracia que en Venezuela será necesario reconstruir.

El régimen actual es el protagonista y principal responsable de la tragedia que sufre la nación. Hay que cambiarlo de manera radical y urgente. No se trata de debatir entre izquierdas o derechas, populismo demagógico, centralización o descentralización del poder. Se trata de estudiar las experiencias que en el mundo funcionan y las que fracasan para aplicar las primeras adecuadas a nuestro medio y estar alertas frente a las desviaciones que conducen al fracaso. No se puede perder más tiempo.

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