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En esta concepción interpretativa, de un régimen exhausto y hediondo nos encontramos todos los venezolanos
El régimen está exhausto, está apurado y agotado, está acosado en lo interno y en lo externo; ellos están desprestigiados; tienen el país por cárcel acusados de corrupción, de lavado de dinero, de narcotráfico, de terroristas por fortalecer alianzas y/o pactos con grupos como Hamas, Al Qaeda, Al aissaimISIS, ETA; tal cual lo despliega la prensa seria e independiente y sobre todo la justicia de EEUU.
La economía, a pesar de haber recibido el país ingresos superiores a los dos billones de dólares, no responde porque no ha existido ni en el Gobierno del “comandante eternamente enterrado” y menos con el engendro heredero, ningún ápice de racionalidad para ventilar con eficacia un tema de tanta importancia como éste.
El régimen comunista y el PSUV están ahogados por sus limitaciones, por su pasado y por su presente. Incapaz de afrontar el rechazo ciudadano que les acorrala; se mueven en el terreno irreal de la del engaño, de las medias palabras o del truco propagandístico, porque a falta de otros recursos, no tienen más remedio que creerse que eso va a funcionar; o porque esa es la única manera de alimentar a los ingenuos e ignorantes, que reducidos en números, constituyen la maquinaria partidista, en la que todo el mundo cobra 15 y último, o en cualquier misión. Más de un 90 por ciento de los que se consideraban chavistas, ya hoy no lo volverán a ser; de allí nace el 92 por ciento de rechazo al régimen.
En esta concepción interpretativa, de un régimen exhausto y hediondo nos encontramos todos los venezolanos; no hay descanso en la lucha por conseguir los productos de la cesta alimentaria, la lucha es titánica y lamentable; más del 85 por ciento de los venezolanos consume hoy menos comida que hace 17 años atrás; es decir, hoy existe de manera tangible: desnutrición, miseria, pobreza y como consecuencia, la muerte. Ante esta realidad, el engendro dijo ayer: “ocho millones 200 mil venezolanos se movieron a lo largo y ancho del país”. “Fueron unos carnavales bonitos, alegres, felices, llenos de gozo, de disfrute, llenos de compartir que nos caracteriza y nos garantiza una patria de felicidad, de paz, de soberanía, de los venezolanos y para los venezolanos”. ¿Observaron la cara de Cilia cuando escuchó eso de su macabro consorte? Y para remate dijo a los ingenuos e ignorantes que: “podían pagar la caja del CLAP (la solución al hambre) con la tarjeta de la patria”; es decir, la Visa, que respalda el difunto desde “su banco” ubicado en el cuartel de la montaña.