El régimen está a escasos minutos de ser declarado promotor del terrorismo internacional. El mundo se les puso pequeño; las lealtades desaparecieron; uno por uno van cayendo a purgar sus penas y cantando más claro que Plácido Domingo en un día igual
“A veces los tigres de la ira son más necesarios que los caballos de la instrucción”. William Blake
Hace unos años atrás yo venía exponiendo por escrito y en cuanta reunión de amigos, de organizaciones de la sociedad civil y con militantes de partidos políticos accesibles y permeables a los análisis políticos serios, que esta pandilla de delincuentes, con su jefe máximo aún con vida, nos estaban involucrando con el terrorismo internacional, sobre todo con grupos desalmados que operan desde el Oriente Medio y a cuyos cabecillas se les dotó de pasaportes y credenciales venezolanos, sin siquiera hablar y escribir español.
La defensa abierta de las guerrillas colombianas ha quedado grabada para la eternidad, las cuales todavía permanecen en nuestro territorio con la anuencia y protección de nuestras Fuerzas Armadas, que a falta de convicción de lo que es la patria, se han aliado al régimen y con cualquier género de pezuñas y garras, para hacer el mal en el nombre de Dios, de la izquierda, del socialismo, de la paz y de la rosa, con un cinismo descomunal, con despiadada actitud, sin que se les mueva un nervio de la cara y sin un asomo de compasión.
Obviamente, para el financiamiento de las acciones terroristas se requieren recursos, y la mejor fuente la provee el narcotráfico, con quienes también se pusieron a la par. Hoy Venezuela dejó de ser la tierra prometida para el mundo, y se ha convertido en el paraíso del mal desde donde se pavonean delincuentes de toda calaña. Siempre se creyeron los más audaces porque el dominio del poder proporciona resortes apropiados para engañar, simular, mentir, colaborar con sus socios de fechorías, para comprar conciencias y lealtades, y aniquilar a quien se oponga a sus propósitos o resulten incómodos a sus fines.
El asalto incuantificable a los bienes de la nación, a la riqueza de todos los venezolanos, explican en parte su larga estadía en el poder y la enorme y profunda descomposición social que hoy exhibimos como país. Los jerarcas de la “robolución” venezolana se pasearon por el mundo donde eran recibidos con honores; confiados y deslumbrados por el boato, seguros de su personal, fortaleza económica que creció con la misma velocidad de su desvergüenza, creyeron que el mundo no se daba cuenta de sus tropelías, y no repararon en los voluminosos expedientes que por terrorismo internacional, narcotráfico, violación de derechos humanos, blanqueo de capitales, corrupción y otros delitos más se les han venido acumulando con pruebas inobjetables de su perverso proceder.
Hoy leemos con beneplácito, que el planeta entero está enterado de sus artimañas y felonías; el mundo se les puso pequeño; las lealtades desaparecieron; uno por uno van cayendo a purgar sus penas y cantando más claro que Plácido Domingo en un día igual. El régimen está a escasos minutos de ser declarado promotor del terrorismo internacional; el usurpador de la presidencia es prófugo de la justicia, y el país está a punto de estallar.
Los partidos políticos y la sociedad civil organizada parece que han conseguido la fórmula de la unidad a través del Frente amplio Venezuela Libre, y los miembros de la Asamblea Nacional han logrado precisar la hoja de ruta que nos guíe para lograr restituir la democracia y las libertades individuales y sociales. Hoy podemos vislumbrar, con moderado optimismo, una luz en la oscuridad y podemos ver el resplandor de la claridad. ¡Que Dios, la fuerza de la unión y nuestro espíritu de libertad nos ayuden!