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Pasan su juventud en una patrulla, detrás de delincuentes; en balaceras imprevistas, con la muerte rondándoles el cuello y luego de 25 años de servicio a los policías los jubilan sin honores ni dinero. Esperan años para la cancelación de las prestaciones sociales o el pago de una pensión. Con el desgaste físico de la lucha contra el hampa, algunos deben buscar otro trabajo para sobrevivir, quienes no tienen condiciones físicas pasan calamidades.
El oficial de la Policía del Estado Zulia José Lugo -nombre ficticio- participaba en un operativo de inteligencia con otros tres compañeros en el sector La Unión de Maracaibo. Buscaban, cerca de la ruinas del Hotel Granada, a un grupo de ladrones de bancos provenientes de Caracas.
Al caer la tarde, los efectivos, armados hasta los dientes, penetraban en una vivienda, pero no sabían que los delincuentes los esperaban. Uno de los malhechores despojó al más novato de la comisión, quien estaba en la retaguardia, y disparó en contra de Lugo. “Recibí dos balazos en la espalda”. Lo recluyeron dos meses en el Hospital General del Sur.
Esto no pasó ayer o antes de ayer. Ocurrió en diciembre de 1979 cuando Lugo era cabo segundo. Pasaron 15 años y el funcionario recibió su jubilación. La recompensa que recibió por arriesgar su vida y descuidar a su familia para proteger a gente desconocida fue un cheque de dos millones de bolívares de los viejos -dos mil bolívares actualmente- por su jubilación en 1995.
Después la calle
Hoy, Lugo forma parte de los más de dos mil efectivos jubilados de lo que ahora se conoce el Cuerpo de Policía Bolivariano del Estado Zulia (CPBEZ), sus mañana pueden llegar a ser una rutina, no es tan saludable como antes y aunque no se arrepiente de su vida como funcionarios siente que el Estado y la colectividad no le ha retribuido como se debe.
A las 9.00 de la mañana prepara la primera de dos comidas para cuatro perros que tiene en su patio. El caminar desde la cocina hasta la parte trasera de su vivienda en lento. Casi arrastrando los pies. “Ya no puedo correr. La edad me quitó mucha de la agilidad que era necesaria para mi trabajo. Además con los años vino algo que nunca esperé. La diabetes”.
Los canes alborotan, saltan y ladran cuando ven su alta, redonda y de piel oscurecida, por el sol, figura acercarse con unas bandejas. “Tengo un trabajo. No es tan absorbente como en la Policía, por eso ahora comparto más con mi familia y con los perros”. Asegura que es atendido como un funcionario más en el hospital de la Policía; sin embargo, la fantasía se acaba cuando llega a la farmacia por los medicamentos.
Asegura que nunca hay nada y las medicinas son necesarias para su tratamiento. “Tengo que sacar de mi bolsillo para comprar algo que me deberían de dar porque todos los meses me descuentan un 10 por ciento de mi pensión”.
Trabajo de hormigas
Raúl González, presidente de la Asociación Civil de Jubilados y Pensionados de la Policía Regional del Estado Zulia (Jubipol), declaró que desde 2009 hacen un trabajo de hormiga para que los funcionarios tengan un tratamiento digno.
González explicó que antes la región zuliana era la única en Venezuela que tenía una legislación para la protección de los policías jubilados. Esto cambió en el 2009 cuando promulgaron la Ley Orgánica del Servicio de Policía y del Cuerpo de Policía Nacional. “Ahora estamos enfocados en la homologación de los rangos”.
Con el tiempo, la pensión ha mejorando algo, pero aclara que no es suficiente y menos en una época en la que todos los días las cosas suben de precio. El jubilado cree que merece un poco más debido a que arriesgó la vida cada vez que salía de su casa para hacer operativos de inteligencia. "No me arrepiento de la vida que escogí, sin embargo, pienso que merecemos mejor consideración de parte de las autoridades y la sociedad zuliana que en muchos casos hace oídos sordos ante nuestros problemas".
Deudas
El Gobierno regional les debe a sus funcionarios retirados la homologación de la pensión con el sueldo de los oficiales activos según su rango, el bono de alimentación, tal cual lo disfrutan los componentes militares, un bono de recreación y una sede en mejores condiciones.
Para el presidente de Jubipol las mejoras para quienes una vez vistieron el uniforme de policía se requieren por una cuestión de condición humana. Los jubilados ya no portan un arma ni una macana, pero aún sienten la necesidad de actuar en caso de que los necesiten. “Nosotros seremos policías hasta el día que dejemos de respirar”.
En cifras
2.400 jubilados conforman la organización gremial
950 son los familiares o sobrevivientes están adscritos a Jubipol
460 funcionarios incapacitados forman parte de la asociación