El retorno al orden

Un Gobierno de forajidos, copiando modelos fracasados en el mundo, ha destruido sistemáticamente nuestras instituciones fundamentales, alejándonos cada vez más del desarrollo económico y el bienestar colectivo

Patria es sincronismo de espíritus y corazones, temple uniforme para el esfuerzo y homogénea disposición para el sacrificio, simultaneidad en la aspiración de la grandeza, en el pudor de la humillación y en el deseo de la gloria”. José Ingenieros

Una característica de los Estados fallidos es que el Gobierno, más que su ausencia, es el principal culpable del fracaso de los Estados, y lo que es peor aún, la destrucción de las instituciones y la consecuente anarquía se hace de manera deliberada y a propósito causando enormes riesgos y males a sus propios habitantes.

En Venezuela, por desgracia, observamos esta característica. Un Gobierno de forajidos, copiando modelos fracasados en el mundo, ha destruido sistemáticamente nuestras instituciones fundamentales, alejándonos cada vez más del desarrollo económico y el bienestar colectivo, acercándonos peligrosamente al prototipo de un Estado fallido al estilo de Somalia, Ruanda, El Congo o Irán.

Dada su ejecutoria y sus mañosas prácticas, el régimen hoy es desconocido por la mayoría de los organismos internacionales donde se congregan los países más civilizados, democráticos y decentes del mundo. Estamos en presencia de un orden absurdo, y cuando esto sucede, no existe el derecho. El orden absurdo se convierte en un orden depredatorio o de asaltantes ya que los exaltados se transforman en bandidos organizados, tal como lo manifiesta el Dr. Alberto Borea O.

Es urgente el nombramiento de un Gobierno de transición que solicite el reconocimiento de la comunidad nacional e internacional, que ponga fin a este orden absurdo, retrógrado, fracasado y perverso y que permita en un tiempo prudencial, rescatar los principios y valores de una democracia auténtica y el orden constitucional y legal que garantice y preserve nuestros derechos fundamentales.

La política entendida en su justa dimensión requiere una precisión entre el rol del Estado y el papel de los individuos. En este sentido, Spinoza señala muy bien que: “de los fundamentos del Estado se deduce que su fin último no es dominar a los hombres ni acallarlos por el miedo o sujetarlos al derecho de otro, sino por lo contrario, liberar del miedo a cada uno para que, en tanto sea posible, viva con seguridad, esto es, para que conserve el derecho natural que tiene a la existencia, sin daño propio o ajeno”. Este es un reclamo humanitario y una salida política que clama el cielo: el retorno de Venezuela a un orden de derecho y de justicia.

Visited 1 times, 1 visit(s) today