El reto que tienen los dirigentes es escuchar ese rugido del silencio, para encontrar el camino de un Gobierno de transición que tendrá la tarea nada fácil, de evitar que el país vaya al precipicio final
La jornada de los comicios realizada el 20-M se caracterizó por el rugido del silencio popular, ya que los electores venezolanos se negaron a ser utilizados y quisieron marcar claramente su rechazo a un régimen que en dos décadas destruyó todas las instituciones del país.
De nada les valió a las autoridades del continuismo usar el ventajismo electoral, la compra de votos con el Carnet de la Patria, los puntos rojos, el voto asistido abusivo, las amenazas a los funcionarios públicos, el uso de los recursos del Estado para la campaña oficialista, ya que el ciudadano se llenó de valentía, dignidad, altura y lucidez al negarse a convertirse en comparsa de una falsa democracia, reclamando con su silencio aplastante, el cambio de rumbo al que aspira la inmensa mayoría del país
Pero además de la asimetría política ventajista, existía algo más grave aún. La convicción de que la voluntad popular no sería reconocida debido a las reglas de dominación impuestas por un árbitro electoral parcializado e identificado con el Gobierno.
Esta preocupación sobre la inutilidad del voto, no solo fue lo que indujo la inmensa abstención a nivel del elector venezolano, sino también hizo que a nivel internacional más de medio centenar de gobiernos del mundo entero se pronunciaran para rechazar el fraude evidente, y para rechazar la ficción electoral al afirmar que no reconocerían el resultado de esos comicios fraudulentos y que impondrían nuevas sanciones si el Gobierno no cumplía con lo acordado en varios Tratados Internacionales como la Carta Interamericana Democrática.
Estas advertencias deberían haber sido suficientes para que el Gobierno entendiera que tenía que usar el arte de la diplomacia para no seguir aislándose de la Comunidad Democrática de Naciones y evitar que se siguiera profundizando el caos humanitario, económico, social y ético que ha llevado a Venezuela a la pesadilla actual. Pero no fue así.
El discurso militante de la Presidenta del CNE hizo del acto de falsa proclamación no un acto de Estado, sino un acto del PSUV. Ante el desgaste colosal, el reto que tienen los dirigentes es escuchar ese rugido del silencio, para encontrar el camino de un Gobierno de transición que tendrá la tarea nada fácil, de evitar que el país vaya al precipicio final, y que, si no actuamos de manera unitaria, tendríamos de manera irremediable las graves consecuencias de una implosión o una explosión social de dimensiones desconocidas. Ese es el reto de todos.