Desde el paseo de Dionisio en Atenas (Grecia, 2012), desde un restaurante pintoresco en la terraza que bordea una quebrada, totalmente invadida por turistas, pude observar la imponencia de una obra realizada por el genio de la arquitectura griega clásica, El Partenón, un edificio de una sola nave para ofrendar a la divinidad de Apolo
Desde el paseo de Dionisio en Atenas (Grecia, 2012), desde un restaurante pintoresco en la terraza que bordea una quebrada, totalmente invadida por turistas, pude observar la imponencia de una obra realizada por el genio de la arquitectura griega clásica, El Partenón, un edificio de una sola nave para ofrendar a la divinidad de Apolo.
Irónicamente, el paseo de Dionisio es el tour cuasi obligatorio para la población turística pedestre, casi como un rito al Dios anatema de Dionisos, Apolo. Igualmente en las faldas (ladera) del Acrópolis se encuentran las ruinas del teatro construido para ofrendar a la divinidad de Dionisio, donde, la comedia de Aristófanes, las tragedias de Sófocles, Eurípides y Esquilo, con tal fin, eran representadas. Luego, Apolo y Dionisio, como antes dicho, son lo opuesto en conducta y divinidad; el primero representa: la nobleza, la valentía, el honor, el orden la armonía. El segundo representa: el derrape, lo carnal, el desorden, la lujuria, el vicio. Son dos instintos diferentes. No obstante, marchan uno al lado de otro, casi siempre en abierta discordia entre sí y excitándose mutuamente a dar a luz frutos nuevos y cada vez más vigorosos, para perpetuar en ellos la lucha de aquella antítesis, sobre la cual sólo en apariencia se tiende un puente común, el Arte.
Sin embargo para Nietzsche, filósofo alemán del siglo XVIII, esta dicotomía representa primero, una belleza platónica caracterizada por el instinto del bien, mientras el segundo representa el instinto del mal y su obsesión por el poder, donde se adueña de la piedad y da curso a la maldad como forma de ser y proceder.
En nuestra América, la representación política de lo dionisiaco Nietzscheano la ostentan los seguidores del castro comunismo, siendo su álter ego Fidel Castro Ruz, quien se encargó de expandir su ponzoña dionisiaca a muchos de sus adláteres y seguidores, entre ellos: Salvador Allende, Ernesto Guevara (Che), Hugo CH. Frías. Estos anteriores muertos. Y los vivos actuales son: Nicolás Maduro, Inacio Da Silva, Evo Morales, Rafael Correa, A.M. López Obrador, etc. De ellos, el mandatario venezolano lleva la batuta. pues, ha hecho con su gestión que se cristalice “el triunfo de Dionisio”. ¡La causa de la “tragedia” venezolana tiene como escenario infame la obra de Fidel; El Foro de Sao Paulo!