Ríchard Antonio González confesó su crimen. En una entrevista con La Verdad recordó los millones que pagó por su mujer y su posterior abandono
“Si quieren conocer mi historia, debo contarles desde el principio”, así inició Ríchard Antonio González Montiel (21) su conversación con La Verdad. Se declaró, en cuestión de segundos, culpable de violar y matar a su hijastro Ángel Gabriel Urdaneta, de tres años. Tras unos meses en un calabozo se retractó de su discurso y ahora suplica piedad y libertad.
El joven, de rasgos indígenas, espera su juicio en el retén de Cabimas y le suplica a su familia que no lo abandone en este proceso. El 20 de julio lo detuvieron. Los pediatras del Hospital José María Vargas lo denunciaron tras determinar que al pequeño Ángel lo violaron hasta matarlo. Desde el primer interrogatorio admitió su culpa. Lo asesinó “para vengarse de las infidelidades de su esposa”.
El recluso miró fijo a quien le preguntaba y comenzó a hablar. Como si relatara una historia. “Todo comenzó hace como cuatro o cinco años. Nos enamoramos. No sabía que era mi prima, al principio no era serio por nuestros padres”, recordó que las familias nunca aceptaron su unión con la adolescente, quien espera su hijo.
“Su padre me pidió 50 reses solo para palabrear”, detalló el muchacho sin dejar de mirar a quien le respondía. La describió como su alma gemela, por eso no dudó en buscar los 800 mil bolívares que le exigieron para desposar a la joven. “Somos guajiros y esos son acuerdos tradicionales”. Durante los 45 minutos que se extendió la entrevista nunca lloró.
– ¿Qué sucedió ese día, Ríchard?
Se puso nervioso y miró sus manos mientras jugaba con los dedos, se acomodó en la silla y de nuevo con seguridad contestó: “Nosotros estábamos en el rancho, allá en la invasión Aragüaney, no me acuerdo qué día era, pero me levanté temprano para terminar de arreglar el techo. Hace dos semanas que nos habíamos mudado. Mi papá llegó al poco tiempo y me ayudó. Ya en la tarde ella estaba sentada en el patio y el bebé jugaba. Como ya mi padre se iba, yo le dije que iría a buscar algo para comer y regresaba”.
Silencio. Pensó un momento lo que diría y continuó.
“Cuando ya estaba saliendo, ella me dijo que me llevara a Ángel, yo le dije que no porque regresaría rápido. Ella insistió, yo lo llamé y hasta descalzo se vino. Porque como te dije, yo solo íba y venía”.
Se distrajo con sus familiares en el sector El Zaque. “Llegué a saludarlos y buscar comida, al rato decidí volver para no agarrar la noche, ahí fue que pasó todo”.
– ¿Lo violaste?
Nuevamente hubo silencio. “Sé que mi versión es difícil de creer”, desvió su mirada y cruzó los pies. Dudaba en hablar.
“Llegué diciendo que fui yo, pero no es así. Cuando salí de El Zaque, unas cuadras antes de llegar a mi casa tres hombres estaban en una esquina: uno estaba en moto, yo lo conozco, es ladrón”.
Durante unos minutos, acomodó la historia que aparece registrada en los interrogatorios policiales. Detallaba un presunto robo. “Me arrodillé mientras me apuntaba con una pistola, por detrás me golpearon en la cabeza y perdí el conocimiento. Cuando me levanté estaba en un monte y Ángel estaba a mi lado desnudo y parecía borracho”.
Acomodado en su silla y con frialdad sostuvo que arropó a su hijastro con su franela y caminó hasta su casa. “Desde entonces, ya usted sabe lo demás. Dije que había sido yo porque los policías me engañaron, dijeron que si decía eso no me iría tan mal, podría tener un abogado y una condena menor”.
– Si no fuiste tú, ¿quién lo hizo?
– “No sé… Ya le dije que los tipos esos me golpearon, después no recuerdo nada. No sé ni cómo llegue a ese lugar ni la hora que era… Nada. Yo ni sabía que lo habían violado, no creía que estaba muerto”.
Se alteró. Quiso reacomodar sus declaraciones en las comandancias policias. Solo lamenta que su mujer lo abandonó a su suerte, solo su madre lo apoya.
– ¿Qué le dirías a ella?
– Que me crea, que yo no fui. Siempre he hecho lo mejor por los dos. Ella sabe que he sacrificado mucho por nuestro amor.
En sus meses en la celda se olvidó de las infidelidades, de la persecución y la desconfianza hacia su pareja. Se concentra en recobrar su libertad.
Viola a su hijastra durante tres meses
Dayeimis Sofía Benítez Pinto (1) falleció luego de que su padrastro Javier Antonio Mora Valbuena la golpeara por llorar mucho. La Policía científica junto a la madre de la pequeña luego de que se confirmara que el bebé había sufrido abuso sexual en reiteradas oportunidades. En el interrogatorio, los detenidos confesaron los maltratos en contra de la pequeña. Ambos esperan su sentencia.
La mató a golpes luego de darle el tetero
Al llegar al Hospital Universitario los médicos certificaron la muerte de Ana Isabela Sulbaran Jiménez, de 7 meses. Presentó desprendimiento de órganos al ser golpeado con un objeto contundente y signos de agresión sexual. Los familiares señalan a Javier Atencio, padrastro de la pequeña como el homicida. La Policía científica se encuentra investigando para dar con su paradero.
Con ayuda de su cuñado ultrajó a una adolescente
A Mayerlis Lisseth Sierra Molina (14) la vigiló Luis Eduardo Hernández Epiayú y con ayuda de su cuñado Raúl Paz, espero el momento preciso para violarla y asfixiarla hasta matarla. Luego de cometer el crimen ayudó a los vecinos a dar con el paradero del presunto asesino, la hermana de la víctima se percató de los aruños que tenía en su cuerpo y confesó. La Policía científica detuvo a los dos implicados.
Drogado sometió y asesinó a un adolescente
El nuevo amorío de la madre de Arianny Beatriz Nava Rojas (13) la dejó sin hija. Aprovechó que la mujer cubría una guardia nocturna para ingresar por el techo de la vivienda y ultrajar a la adolescente. Bajo los efectos de sustancias psicotrópicas la ahorcó con sus manos hasta verla inconscientes. Un mes después fue liquidado por la Policía Regional en Lagunillas.