Estos
Los imagino impecables, enfilados en un orden perfecto y con sonrisas sostenidas ante la posibilidad de cumplir con el deber y la responsabilidad por los que fueron designados. Será un día para la historia. Un hecho memorable, providencial y justo.
Se libra una batalla encomiable, para por fin lograr salir airosos después de persecuciones, irrespeto a sus investiduras y descalificaciones diversas por asumir con aplomo patrio, la lucha contra una dictadura voraz. Se consideran juristas a carta cabal. Viven con los rastrojos en el alma de haber sufrido un forzado exilio en Chile, EEUU, Colombia y Europa. El TSJ que fuese designado hace algunos meses por la AN, en los tiempos sulfurosos de los atropellos y las manifestaciones revestidas de coraje, por fin se instalará en un sitio tan inusual como la OEA. Estos miembros de talante regio y convicción infranqueable, tomarán posesión el próximo 13 de octubre, ante los ojos estupefactos de tantos representantes de Estados.
Atrás quedará la época en que fueron zarandeados en su orgullo. Vilipendiados por un Gobierno que los desconoció y los acusó de usurpar las funciones del Poder Judicial, que han estado en manos de unos facinerosos con prontuario.
Será una cruzada sin tregua, pero con la lucidez irremediable de los que conocen su oficio. Unos rectos paladines que sabrán llevar la solemnidad de una balanza que debería hallarse en equilibrio y no del lado de quienes ostentan el poder con insultos a la moral.
Pero no todos estarán presentes. Ángel Zerpa no logró contabilizar los tiempos ni apuntar mejor sus decisiones de éxodo, siendo apresado por el Sebin. Ha emprendido hasta una huelga de hambre, para ser liberado con medidas cautelares y humillaciones extremas. Otros yacen enclaustrados en las Embajadas de México y Chile en Venezuela, bajo una protección diplomática que todavía no le teme a la terrible opresión de los villanos de Miraflores.
No dudamos que habrá quórum el esperado día de la instalación, mientras estos conocedores del derecho, arderán de ansias por blandir sus cargos y defender con atrevimiento, celo, temeridad y honradez, a una nación sumida en su abandono moral y en un sistema calzado para la desgracia. A pesar que esta defensa por la justicia no se realice en las instalaciones propias y se efectúe con la dificultad de la distancia.