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El ambiente está tenso, fue suspendida la marcha a Miraflores para informarle a Maduro el inicio de su juicio político en la AN. La oposición denunciaba enérgicamente el rompimiento del hilo constitucional, la violación del derecho de los ciudadanos a votar en el revocatorio y en las elecciones regionales, proclamaba también su intención de solicitar la aplicación de la Carta Democrática.
Por el momento todo se ha pospuesto, a petición del Vaticano, quien se ha incorporado como mediador, del conflicto que tiene a Venezuela al borde de una guerra civil. Una vez anunciado el proceso de diálogo, no tardó en aparecer una lluvia de mensajes en las redes sociales, acusando a los miembros de la MUD de traidores, muchos de ellos sinceros, el pueblo está cansado del monumental desastre chavista.
La MUD está sumergida en una situación delicada, pero el Gobierno se encuentra acorralado, la opinión pública internacional está atenta, espera ver los cambios democráticos, el respeto a la Constitución y las leyes, el reconocimiento del Poder Legislativo, la realización de los procesos electorales previstos en la Constitución y la liberación de los presos políticos.
El papa Francisco aceptó participar en las negociaciones Gobierno-oposición, explicó que escuchó a Maduro durante media hora en su paso por Roma y le hizo algunas preguntas para escuchar su parecer. Confiesa que “es bueno sentir todas las campanas”; las que suenan en las colas, en los calabozos del Sebin, en la tumba y las que han sonado en el Parlamento venezolano.
La legitimidad de la diplomacia pontifical ha sido ratificada en innumerables ocasiones durante la historia de la humanidad, no será este el primero ni el último de sus desafíos. El diálogo no puede utilizarse para impedir la soberanía popular ni es permiso incondicional para reprimir un pueblo ni la excusa para aceptar violaciones a la ley. Tampoco para amenazar con cárcel al que disienta ni para justificar la corrupción y la escasez de alimentos y medicinas, mucho menos para salvar de un juicio o de las cortes a los responsables del caos.
El régimen no puede continuar con el doble discurso, ponerse un disfraz de piel de oveja y mantener como rehenes a los presos de conciencia. Si el diálogo no es para el cambio ni para la libertad, sería inútil continuarlo, estaríamos negociando para mantener el mal. El Papa lo dijo: “Con el demonio…No se dialoga”. Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales. (Efesios 6:12)