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Este régimen, movido por la ambición de permanencia incondicional en el poder, está dispuesto a todo. No importa que sepa que perdió el apoyo popular. No importa que sepa que conduce a esta patria a un abismo. Lo de este régimen es el poder. El poder por el poder. Ese que no mira el bienestar de la población y que es capaz de afectar gravemente a la sociedad que debe cuidar y defender.
En un momento electoral como el que vivimos surgen, renacen o se profundizan problemas que generan conmoción interna y conmoción externa. A lo interno, la crisis de inseguridad y de desabastecimiento se aborda con medidas efectistas que siguen atacando las consecuencias pero que no resuelven nada. A lo externo, la Guayana Esequiba y Colombia se convierten en blanco de la estrategia meramente electoral.
Buscando generar una especie de Dakazo, el Presidente anunció un estado de excepción enmarcado en la emergencia económica. Decidió el cierre de la frontera tachirense, así como la deportación de colombianos y el desalojo y demolición de ocupaciones ilegales. No veo elementos objetivos que justifiquen una medida tan extrema para abordar una situación recurrente que se ha agravado por las equivocadas políticas económicas oficiales. Si existe emergencia económica en Venezuela es por única responsabilidad de un Gobierno que ha destruido la economía. Por otro lado, el cierre de la frontera sólo ataca las consecuencias y sirve para reconocer que muchos de los integrantes de la Fuerza Armada están comprometidos con ese delito del contrabando o, en el mejor de los casos, no han sido capaces de cuidar nuestros espacios fronterizos.
Y la deportación de colombianos pobres no es más que la reiterada demostración de que este es un régimen que no siente respeto alguno por la vida, que no practica la solidaridad y que está dispuesto a todo para lograr sus objetivos que nada tienen que ver con el bienestar de las personas que habitamos este país.
Esta acción, así como los operativos para la “liberación del pueblo”, están enmarcados en esas medidas efectistas, extravagantes, que toma el gobierno para tratar de dar un giro en positivo al repudio que siente la sociedad venezolana por quienes lo dirigen. Tengo la sensación de que el tiro les ha salido por la culata y que no habrá forma de que puedan recuperar la confianza que alguna vez la mayoría del pueblo depositó en ellos y que han dilapidado de forma vil y oprobiosa. Este país apostará por el cambio y la esperanza.