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Con 11 años se convirtió en la heroína de toda una generación al meterse en la piel de Hermione Granger, la niña maga, hija de padres muggles(no mágicos), alumna aventajada de Hogwarts y compañera de aventuras de Harry Potter, en la saga fantástica creada por JK Rowling.
De luchar contra la magia oscura ha pasado a princesa Disney, y ahora es Bella, en Beauty and the Beast, pero al margen de su filmografía, si por algo ha destacado Emma Watson en los últimos tiempos es como activista del feminismo, desde su rol como Embajadora de Buena Voluntad de ONU Mujeres.
Discurso viral que la convirtió en abanderada del feminismo
"Creo que socialmente se me debe tratar con el mismo respeto que a los hombres. Por desgracia, puedo afirmar que no hay ningún país del mundo en el que todas las mujeres puedan esperar que se les reconozcan estos derechos. Por el momento, ningún país del mundo puede decir que ha alcanzado la igualdad de género".
Con un discurso en el que cambió definitivamente la varita mágica por el activismo en la vida real, la actriz presentó en la ONU la campaña HeForShe, con el objetivo de involucrar a hombres y niños en la lucha por la igualdad de género y la reivindicación de los derechos de las mujeres.
"Empecé a cuestionar los supuestos de género a los ocho años, ya que no comprendía por qué me llamaban 'mandona' cuando quería dirigir las obras de teatro que preparábamos para nuestros padres, pero a los chicos no se les decía lo mismo. También a los 14, cuando algunos sectores de la prensa comenzaron a sexualizarme".
Y a los 18, Watson decidió que era feminista, según contó en aquel discurso en la ONU, que la actriz considera su "aterrador primer paso como activista", una palabra que jamás imaginó para describirse a sí misma.
"Me pareció poco complicado (ser feminista). Pero mis investigaciones recientes me han mostrado que el feminismo se ha vuelto una palabra poco popular. Aparentemente me encuentro entre las filas de aquellas mujeres cuyas expresiones parecen demasiado fuertes, demasiado agresivas, que aíslan, son contrarias a los hombres y, por ello, no son atractivas. ¿Por qué resulta tan incómoda esa palabra?".
Tan incómoda, que a Emma Watson le recomendaron que no la utilizara en aquel discurso que se hizo viral, como reconoció meses después en una entrevista con la revista Porter. "Pensé mucho y, al final, sentí que era lo que tenía que hacer. Si las mujeres todavía tienen miedo a decir feminismo, ¿cómo diablos van a empezar a decirlo los hombres?".
Desde entonces, la actriz británica se ha convertido en una de las voces más poderosas del feminismo en el mundo del cine y entre los jóvenes de todo el mundo. "Por primera vez en mi vida creo que me conozco a mí misma y me siento cómoda con ello. Sé que hay cosas que quiero decir y trato de ser lo más auténtica posible".
La actriz asegura que no le incomoda que la etiqueten como feminazi, y señala la desigualdad salarial en Hollywood, aunque la meca del cine "es solo una parte de un rompecabezas gigante, ya sea a una mujer en una plantación de té en Kenia, agente de bolsa en Wall Street o actriz de Hollywood, a ninguna se le paga con equidad", denunció en la revista Esquire.
Club de lectura feminista
Watson no ha limitado su activismo a ser embajadora de ONU Mujeres, sino que además de seguir su formación e investigación en cuestiones de género y feminismo, ha creado otras iniciativas como el club de lectura feminista Our Shared Shelf, en el que propone una lectura mensual sobre la que luego se genera debate y reflexión.
"Como parte de mi trabajo con ONU Mujeres empecé a leer todos los libros y ensayos que caían en mis manos", explica la actriz en el portal web Good Reads, desde donde se puede acceder al club, con el que Emma Watson quiere compartir lo que va "aprendiendo y escuchando tus pensamientos y opiniones".
Comprometida también con otras causas, como la defensa del medio ambiente, la británica es defensora de la moda sostenible y, en el preestreno en Londres de su última película, Beauty and the Beast, lució un vestido confeccionado con telas excedentes de alta costura, que habitualmente son destruidas porque no pueden ser vendidas.