Siempre
Confieso que cada vez que leo una noticia relacionada con el drama de los refugiados, el corazón se arruga, el hígado se sedimenta y casi produzco una severa indigestión. Ante esta cruda realidad, me siento muy pesimista sobre el presente y futuro de la humanidad. Siempre he considerado que la problemática de los inmigrantes es una tragedia a la que solo puede llegarse después de un largo y penoso trajinar por los empedrados caminos de la vida, desprendidos en su recorrido de la mano de Dios.
Hoy se vive una de las peores, bárbaras y primitivas crisis de inmigración, solamente comparada con el éxodo de la segunda guerra mundial. Miles de personas, hombres, mujeres y niños, cargando únicamente en un morral, sueños, ilusiones y esperanzas posibles de encontrar un hogar estable seguro y acogedor, llegan diariamente a Europa, provenientes de zonas en conflicto en Medio Oriente, África y Asia, mientras que los gobiernos europeos involucrados, debaten como afrontar polémica la situación. Frente a esta masiva movilización, con mucha sabiduría, civilización y dignidad, la ONU insta a todos los países del mundo a acoger a los refugiados a pesar de las limitantes económicas y sociales de cada nación. Decisión basada primordialmente en razones humanitarias, específicamente considerada el caso de desesperación de los sirios que no deja ninguna duda de la necesidad imperante de ser acogidos.
Tengo la amarga impresión, que por la falta de liderazgo, solidaridad y visión, algunas naciones de la UE en general han actuado sin fundamento humano al momento de gestionar este acontecer. El caso de Hungría, terminando de levantar una valla de gran altura a lo largo de la frontera con Serbia para disuadir a los inmigrantes, cuando en 1956, se cooperó para restablecer a los 200 mil húngaros que huían a Austria tras la invasión soviética, por lo que es muy lamentable la actitud de las actuales autoridades húngaras con respecto a la llegada de solicitantes de asilo. Hecho contrario al de Alemania, dando ejemplo de unión, coherencia y receptividad, anunciando que acogerá hasta 800 mil refugiados. La historia se encargará de juzgar este instante determinante para el continente europeo y su devenir.
El desaliento se reanima cuando constatamos que a los refugiados no se les acoge en función de su religión, raza, cultura o de su proximidad social, sólo se hace de acuerdo con expertos en inmigración por motivos de dignidad y valoración humana, fortaleciendo principios necesarios para construir una mejor sociedad para todas las generaciones, por lo que repúblicas del mundo entero abren sus puertas a los ciudadanos sirios que atraviesan una cruenta guerra civil entre fuerzas leales al presidente Bashar al Assad y grupos rebeldes, obligando a millones por la crueldad de este enfrentamiento a dejar sus territorios en busca de caminos desconocidos pero más seguros, pacíficos, prometedores y cálidos para edificar junto a sus hijos un hogar.