En estas casi dos décadas, sobre todo en la última, han echado a la calle supuestos profesionales con un nivel muy por debajo del mínimo indispensable para ejercer con posibilidades de éxito. Se trata de una generación de frustrados de los cuales se puede esperar muy poco
Bajo el título de universidades pretendemos englobar a toda la educación superior del país. Todo el sistema educacional venezolano es un desastre. A todos los niveles, pero analizarlo completo es imposible en estas limitadas cuartillas semanales. En esta oportunidad nos referiremos básicamente a la universidad. Por historia y tradición le corresponde el protagonismo de la vida nacional.
Me refiero tanto a las públicas como a las privadas. Todas, sin excepciones, atraviesan momentos dramáticos gracias a la descarada acción del régimen en contra de todo cuanto signifique autonomía y saber. Para disimular su diabólico accionar han creado decenas de instituciones que no reúnen los requisitos de fondo ni de forma para el nivel educacional que anuncian. En estas casi dos décadas, sobre todo en la última, han echado a la calle a supuestos profesionales con un nivel muy por debajo del mínimo indispensable para ejercer con posibilidades de éxito. Se trata de una generación de frustrados de los cuales se puede esperar muy poco, pero con el resentimiento social sembrado y cierto ánimo revanchista a la vista de propios y extraños.
Tengo la profunda convicción de que mientras este régimen exista será imposible revertir hacia lo positivo la situación actual. En consecuencia resulta obligante sumar todos nuestros esfuerzos a las tareas que puedan hacer posible el cambio necesario. Hay que asumir los riesgos y enfrentar los peligros con la fuerza y el coraje que sean necesarios. El mensaje es tanto para quienes están en el país como para quienes han tenido que emigrar, bien siendo profesores, bien siendo egresados relativamente recientes. El compromiso universitario es obligante.
Como parte de esta lucha es indispensable activar las asociaciones de profesores y de egresados de todas las universidades e institutos de educación superior. Si a ello agregamos el aporte directo de los gremios y colegios profesionales de las distintas disciplinas de todo el país, podríamos contar con una notable fuerza humana muy calificada para los efectos del cambio señalado y para trabajar mientras tanto, en mantener viva la ilusión universitaria de la nación. Se trata de trascender en la lucha, de buscar algo más allá de las simples reivindicaciones personales que pueden estar muy justificadas, pero que no bastan para el objetivo señalado.
Estas sugerencias prácticas pueden adoptarse en todas las actividades de la vida nacional, en la ciudad y en el campo. La destrucción de la república es integral, pero si queremos conservar lo mucho o poco que aún tenemos, la vida, la libertad, la familia, el derecho a trabajar en paz, tenemos la obligación de despertar y rebelarnos. Están en peligro la libertad y la existencia misma.
El abuso de poder no ha tenido límites. Nicolás Maduro parece un náufrago sediento, delirando bajo el calor del sol en la frente.