Ansío fervientemente que la cordura y el buen juicio vuelvan a la cabeza de nuestra dirigencia política, para que, unidos en un solo sufrimiento y en un único propósito, vuelva a nosotros el sentimiento de patria
“Vosotros por la vida nos lleváis, al pobre le hacéis ser culpable y al pesar lo entregáis luego, pues toda culpa se paga en este mundo”. Johann Goethe
He querido por voluntad propia hacer una tregua, ausentándome de la lucha política dentro de Venezuela por la recuperación de la democracia y el rescate de la vigencia de un ambiente de libertad. No es un retiro, jamás podría hacerlo mientras tenga un soplo de vida y la injusticia y la mediocridad continúen en el poder en nuestra nación.
Pretendo sí, aprovechar y hacer un intento de renovación como hacen las águilas, y de reflexión, mientras recojo la cosecha producto de la siembra que he hecho en mis hijos, que hoy forman parte de la diáspora venezolana, palabra muy en boga, que define correctamente ese proceso de dispersión de un pueblo o comunidad humana por diversos lugares del mundo, aunque algunos no conozcan su significado y no sientan sus amargas consecuencias.
En la distancia, puedo confirmar que es muy duro y doloroso para quienes conforman esa diáspora, pasar por ese proceso que encuentro consigo mismo, y de crecer, física y espiritualmente, adaptándose en soledad a otras culturas, afincados en sus propios principios y valores, sintiendo el peso de la responsabilidad de considerarse representantes de su país ante el mundo. Acumular, al final de cada día, fuerzas para levantarse el siguiente y continuar haciendo camino, mientras se piensa en todo lo que se ha dejado atrás y todo lo que hay que lograr bajo un nuevo cielo, distinto al de su país.
Cada vez que se voltea la mirada hacia la patria ausente, duele más aún observar que los desatinos de unos pocos, las ambiciones de tantos y el empeño destructor de otros, presagian una estancia más larga fuera de ella, y más difícil y peligrosamente tardío el ansiado retorno, porque en la medida que se echen raíces en otras latitudes, será mayor el desarraigo del país de origen, el cual pierde potenciales constructores de una nueva nación, retrasando su incorporación al sendero del desarrollo y del bienestar colectivo como país democrático, moderno y civilizado.
En la distancia, ansío fervientemente que la cordura y el buen juicio vuelvan a la cabeza de nuestra dirigencia política, para que, unidos en un solo sufrimiento y en un único propósito, vuelva a nosotros el sentimiento de patria, que logremos la conjunción necesaria de espíritus que nos permita lograr el cambio urgente que reclama el país. Depongamos actitudes, varias generaciones de compatriotas lo agradecerán.