Tampoco
El boomerang de críticas a una juventud narcisista y algo frívola vuelve con fuerza a la cara de los adultos cuando Instagram y Facebook se inundan con imágenes de niños que no tienen edad para opinar en cuestiones sobre su educación, su higiene y sobre las normas de convivencia que rigen sus vidas y que solo competen a sus padres. Aunque tampoco puedan opinar sobre su derecho a la intimidad, cabe preguntarse si compete solo a sus padres decidir sobre las cuestiones que afecten a ese derecho.
Antes de 2035 se habrán convertido en mayores de edad todos los menores convertidos en “superestrellas” en las redes sociales en 2017. La “popularidad” de sus padres y de las personas en su entorno cercano que publicaron fotos de ellos determinará el alcance que habrá tenido la exposición de su imagen. Pero nadie puede calcular las consecuencias emocionales que puedan tener para esa persona ciertas imágenes que habrán marcado la identidad digital de jóvenes que un día se despertarán mayores de edad.
Además de los problemas de identidad y de autoestima, la publicación de imágenes y de cierta información puede comprometer la seguridad de los niños en determinados entornos. Ciertos grupos criminales se sirven ya de los rastros que deja la gente en las redes para conseguir la información que necesitan para secuestrar y extorsionar. La precaución de no publicar fotos de casas y de autos puede estar precedida por la de no exponer a los menores a peligros diversos con información sobre su apariencia física o su paradero.
Muchos adultos restan importancia a estas cuestiones relacionadas con la seguridad con el argumento de que tienen muy restringida la privacidad de sus redes sociales. “Solo amigos cercanos y familiares pueden acceder a las fotos”. Tampoco podemos olvidar que la mayor parte de los casos de abuso sexual los perpetran familiares o personas de entornos, donde se desenvuelven a diario los menores, como el colegio y los equipos deportivos. También abundan casos de secuestros donde están implicadas personas que conocen a los secuestrados.
Más que caer en alarmismos se trata de tener sentido común y, sobre todo, coherencia. No se puede señalar el supuesto narcisismo de la juventud mientras se deja pasar el de algunos padres que se sirven de la imagen de sus hijos para ganar popularidad en las redes sociales con imágenes de felicidad y de éxito, a veces forzadas e impostadas.