Jóvenes
Subir al edificio Cumaná de las Torres del Saladillo no fue nada fácil. El gas lacrimógeno era lo único que se respiraba. Los uniformados no paraban de disparar el humo químico. Mujeres, niños y jóvenes corrían por todos lados para intentar resguardarse del fuerte olor que se respiraba en la zona residencial.
Al identificarte como periodista la “resistencia” te da paso, pero con cautela. En ningún momento deja de sonar el disparo de bombas. Estas caen al piso y los encapuchados las devuelven.
Al llegar al quinto piso todos guiaban al apartamento de Belkis Terán, un ama de casa, que ayer perdió alfombras, cocina, colchones, ropa. Todo estaba entre cenizas y agua. Tres bombas lacrimógenas incendiaron el apartamento en el que vive con tres de sus cuatro hijos. En el piso 2 otra vivienda empezó a arder, pero el fuego se apagó rápidamente.
Es hipertensa. Relata que solo pensó en salvar a su hijo de 15 años, quien “quedó petrificado en el primer cuarto” cuando las llamas se empezaron a extender por la vivienda.
“La Guardia Nacional y la Policía ha pasado todo el día reprimiendo. Lanzaron muchas bombas. Los gases eran tan fuertes que mis hijos y yo nos resguardamos en el primer cuarto y allí nos sentimos tranquilos un poco, pero mi hija se dio cuenta que una bomba había entrado por el balcón”, recuerda Terán con lágrimas en los ojos.
La mujer aún con el rostro y las manos llenas de ceniza explica a La Verdad, que los vecinos empezaron a socorrer. “Los jóvenes nos ayudaron a apagar el fuego”.
Recuerda que en las Torres ya se ha vuelto costumbre la represión. “Siempre acosan a los muchachos que quieren defender a su país. Hoy fui yo, mañana podría ser otro de mis vecinos. Aquí estamos vivos por obra de Dios”.
La hija de Belkis, de 22 años, expresó su dolor e impotencia al ver su hogar completamente destruido: ¿Quién nos va a responder por esto?, se preguntó la joven secándose las lágrimas que salían de sus ojos.
Recordó que aún las autoridades no han respondido por los vidrios que rompieron en abril del año pasado cuando ingresaron de forma violenta a la residencia, presuntamente, buscando a quienes saquearon una tienda por departamento en Ciudad Chinita.
“No han respondido por los vidrios, menos responderán por el apartamento. Siempre dicen puras mentiras”.
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Represión desde temprano
Pasadas las 9.00 de la mañana un grupo de jóvenes volvieron a apostarse en Padilla. Se denomina “Resistencia”. Quemaron cauchos, levantaron las alcantarillas, impidieron el paso, gritaron “maldita dictadura”. La manifestación se extendió hasta las inmediaciones del elevado de Delicias.
En horas de la tarde, la Guardia Nacional Bolivariana y la Policía Nacional Bolivariana llegaron a dispersar a encapuchados. Lanzaron bombas lacrimógenas a los apartamentos de las residencias.
Los gritos de las familias causaron alarma mientras sonaban los perdigones. Dos heridos, uno por impacto de bomba lacrimógena y otro por disparo de perdigón. El enfrentamiento se desencadenó. Los comerciantes del casco central emprendieron la huida. Corrieron a resguardar sus mercancías.
El transporte público se paralizó. Las avenidas adyacentes a la avenida Padilla permanecieron vigiladas por militares y policías. Acordonaron el área para evitar el ingreso y salida desde el punto de choque.
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“Esto es una zona de resistencia”
Es una batalla campal. Con escudos improvisados los jóvenes se resguardan de la represión ejecutada por los militares. Un joven, de 25 años, se acerca y manifiesta que desea declarar. No revela su nombre, pero destaca que luchará “hasta que ellos (funcionarios) se cansen. “Aquí el que se cansa pierde. Aguantaremos lo más que podamos”. Tiene claro por lo que lucha. Quiere un mejor país. “mi mamá me encomienda a Dios y a José Gregorio Hernández”, comenta mientras mira las heridas de perdigones que tiene uno de sus compañeros en el rostro.
Trasladados
Durante la tarde de ayer reportaron la supuesta evacuación del Hospital Chiquinquirá debido al efecto de las bombas lacrimógenas lanzadas a las Torres del Saladillo. Jhonny Soto, director del centro asistencial, aclaró a La Verdad, que no hubo ningún desalojo en el lugar. “Eso es una exageración. Simplemente lo que ocurrió fue que, como los gases suben, movimos a los niños del séptimo piso a planta baja, al área de niños sanos, para que no resultaran afectados”.