jueves, diciembre 12, 2024
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En seguridad, mirarse el ombligo

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Cuando se utiliza el término “mirarse al ombligo”, se entiende como la actitud de sólo ver los problemas propios sintiéndose el centro del mundo. Al estar enfocado sola y permanentemente en la crítica, la lamentación, el desconsuelo o la agresión en sus diversas manifestaciones, se pierde la valiosa oportunidad de lograr la sinergia necesaria para generar opciones

Venezuela no es el primer país que transcurre por una importante situación de crisis en diversos ámbitos. En Europa, Asia, África y la misma América, no son pocos los pueblos se han visto inmersos en eventos de diversa naturaleza, intensidad y gravedad los cuales han podido superar. Cuando esas situaciones se han franqueado en tiempos razonables, son contados los casos donde las fuertes intervenciones foráneas han sido determinantes. De hecho, en las oportunidades donde la intervención se produce, pero el protagonismo de los ciudadanos no se manifiesta positivamente, los recursos invertidos se manejan deficientemente, se asignan a otros fines y los resultados finales han estado lejos de lo esperado. En pocas palabras, las situaciones de crisis pueden y deben ser resueltas primordialmente por quienes las padecen, sin querer decir esto que se menosprecien las ayudas.

El tener conocimiento pleno de la gravedad e impacto de las crisis, permite al individuo posicionarse resilientemente ante las mismas e iniciar acciones en conjunto, que le agreguen valor a las opciones de solución. Asumir una posición derrotista (“…esto no tiene salida…”) o, por el contrario, negar la realidad (“…nada pasa, sólo son rumores…”) no contribuye, ya que de lo primero que se debe estar plenamente consciente es el estado cierto de cosas. 

Si bien es cierto que no hay en Venezuela actividad económica o social que se pueda calificar de inmune a los efectos de la crisis, en la industria de la seguridad, el interés en su desenvolvimiento es aún mayor. El factor seguridad, en especial la ciudadana viene siendo considerada desde hace varios años y de forma consecutiva, entre los tres primeros problemas que más preocupan al ciudadano común.

Cuando se utiliza el término “mirarse al ombligo”, se entiende como la actitud de sólo ver los problemas propios sintiéndose el centro del mundo. Así como se puede calificar de una actitud egocéntrica también lo es de inútil. Al estar enfocado sola y permanentemente en la crítica, la lamentación, el desconsuelo o la agresión en sus diversas manifestaciones, se pierde la valiosa oportunidad de lograr la sinergia necesaria para generar opciones.

En oportunidades esa apatía hacia la acción conjunta podría explicarse por la epidemia del facilismo. Es más fácil lamentarse de la actual y real situación de inseguridad en un sector residencial que, por ejemplo, organizarse y como comunidad diseñar e implementar soluciones. Al atreverse a asignar recursos propios como tiempo, creatividad y prácticas vividas, los resultados positivos empiezan a multiplicarse, como lo han demostrado numerosos casos de éxito a nivel mundial. El facilismo no le aportará nada, el trabajo en equipo es exigencia de los nuevos tiempos que vivimos.

Era práctica común que años atrás, el responsable de la seguridad de una organización realizara su gestión de manera aislada, concentrado exclusivamente en los problemas y casos de su entorno laboral. Posteriormente, fueron creándose diversos gremios de la industria donde en una primera fase predominaban las actividades tendientes a crear sencillas redes sociales y profesionales. En tiempos más recientes, algunas reuniones se convirtieron principalmente en escenarios para manifestar su descontento y preocupación de la evolución de la seguridad en el país. Lo importante es que los gremios de la seguridad han entendido rápidamente que, si bien “drenar el desconsuelo” es humanamente inevitable y necesario, mucho más fructífero es analizar casos de éxito nacionales y extranjeros, implementar estrategias de ayuda mutua, fortalecer la comunicación y coordinar actividades de actualización académica. Esa evolución profesional acorde a los vientos que soplan ya ha arrojado positivos resultados para los individuos, los gremios y las comunidades directamente relacionadas.

Para lograr grandes cambios en cualquier área del quehacer humano, no necesariamente debe esperarse la movilización de grandes masas, largas discusiones políticas, la llegada de un mesías o la asignación de fortunas en recursos financieros. Menos aún es opción, el asumir la posición del hermano pobre y sufrido de la región a la espera de la ayuda de terceros, o el incomprendido ideológico injustamente atacado.

La historia ha demostrado una y otra vez, que la transformación de un país se inicia con la voluntad y el compromiso del individuo que decide contribuir a la mejora de su calidad de vida. La seguridad no sólo es una de las necesidades humanas básicas sin las que es imposible avanzar, sino que es un tema demasiado importante para dejárselo exclusivamente a los Estados. Dejemos de vernos el ombligo y actuemos decididamente como agentes del cambio, para el cual no hay fórmulas mágicas. Vale recordar la frase del austríaco Viktor Frankl “La vida exige a todo individuo una contribución y depende del individuo descubrir en qué consiste”. 

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