Encrucijada coyuntural

 

En Venezuela esas enfermedades se transformaron en crónicas. He allí el porqué es imprescindible el diálogo político con la finalidad de encontrar respuestas consensuadas que eliminen la práctica de los paños calientes. Un esfuerzo que requiere la participación de todos los sectores y actores sociales

El 23 de enero de 2018, la Asamblea Nacional Constituyente hizo un anuncio inesperado. Según su presidenta, el organismo acordó, por aclamación, “convocar para el primer cuatrimestre de 2018 el proceso de elecciones presidenciales”. Un adelanto que tiene sus dimes y diretes; pero que indudablemente se aprovecha de la reciente ola triunfal del partido de gobierno y una oposición desconcertada, ensimismada en conflictos internos y con la esperanza puesta en un diálogo que necesariamente debe darse porque no tenemos otra salida, destinados como estamos a ponernos de acuerdo para que Venezuela salga adelante.

En 1526, Maquiavelo envió una carta a un amigo en la que señalaba que Florencia y otras ciudades Estados estaban preparando “el camino al infierno” porque aun cuando disfrutaban de su sistema de gobierno democrático veía que rápidamente estaban perdiendo sus libertades políticas, pues avanzaban dos enfermedades que causaban la crisis de la democracia: el sectarismo y la desigualdad extremos.

En Venezuela esas enfermedades se transformaron en crónicas. He allí el porqué es imprescindible el diálogo político con la finalidad de encontrar respuestas consensuadas que eliminen la práctica de los paños calientes. Un esfuerzo que requiere la participación de todos los sectores y actores sociales. Ninguno en particular puede hacerlo por separado. La efectividad de la respuesta depende de la diversidad de los  actores. Es la medicina para un país entrampado en un discurso excluyente.

En específico, la marcada desigualdad social se incrementa exponencialmente y la pobreza extrema llegó a niveles inaceptables; por lo que hay que abrir un diálogo Estado-sector privado con el fin de crear las bases que reactive la producción y la productividad de la industria y como consecuencia se genere el empleo que saque a la población del círculo vicioso en el que vive. Adicionalmente, se establezca la competitividad que redunde en la elaboración de productos de mejor calidad y a un precio razonable. Estas medidas deben ir acompañadas de otras políticas que saneen las distorsiones existentes en la economía. Una tarea difícil pero no imposible.

Ante este ejercicio reflexivo signado por la esperanza, no puedo pasar por alto la denominada “masacre de El Junquito” que es la expresión de la violencia cotidiana que tiene su asiento en un odio y resentimiento que congela el aliento. En ese hecho sangriento perdieron la vida tres integrantes de la comunidad de LUZ, cuestión que rechazamos con vehemencia y demandamos una investigación exhaustiva que lo esclarezca y haga justicia a las víctimas de ambos bandos.

 

 

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