Si vemos la situación trágica que sufrimos en Venezuela a la luz del enfoque del mal extremo, existen razones más que suficientes para contraponerlas a los postulados de la “paciencia estratégica”, ya que estamos pasando aceleradamente de la pobreza a la miseria
“Señor. . .ayúdame siempre a ver la otra cara de la moneda. No me dejes inculpar de traición a los demás por no pensar igual que yo”. Mahatma Gandhi
Estas dos tesis, una más directa que otra, están referidas al patético y desconcertante caso venezolano, tanto por su patología social y tratamiento, como por sus consecuencias humanas y naturales. Una está referida al curso de acción para provocar la salida de un régimen oprobioso y otra como expresión de las características infernales que se observan en el comportamiento de los psicópatas que se han apropiado del poder en nuestro país.
En noviembre del año 2017, el actual presidente de los Estados Unidos hizo referencia por primera vez al concepto de “paciencia estratégica”, doctrina que caracterizó la política de seguridad nacional de la administración del Presidente Obama y que Trump la consideró un fracaso, según comenta el periodista Casto Ocando. Trump y Pompeo consideraban que había que actuar con fuerza y decisión en Venezuela.
En los últimos tiempos ha vuelto a relucir este concepto, pero, en sentido contrario con lo señalado por ambos funcionarios. El jefe del Comando Sur, Craig Faller, declaró que Venezuela requiere ahora una “cierta paciencia estratégica para alcanzar los objetivos” y William Brownfield, conocido por nosotros en su paso como Cónsul en la ciudad de Maracaibo, manifestó que hay que tener paciencia estratégica para dar tiempo a que las medidas y sanciones de Washington contra el régimen hagan su efecto devastador.
La tesis del “mal extremo” es desarrollada por el Dr. Miguel A. Martínez Meucci, Magister en Ciencias políticas. Sostiene el autor que el mal extremo es aquél “que excede las normas de lo normal y de lo convencional. Como encarna lo excepcional no estamos acostumbrados a lidiar con ello. Mientras que el psicópata no se siente limitado por ningún tipo de vínculos con los demás, no siente remordimientos, es un oligofrénico moral”.
“El mal extremo“ será aquel que atenta directa, radical y existencialmente contra toda posibilidad de convivencia en términos justos, convenientes o buenos para los seres humanos. Siguiendo el hilo, el autor expresa que existen dos tipos de manifestaciones del mal extremo: primero, a través de grupos reducidos que se oponen en términos injustificables desde el sentido común a compartir el mundo con sus semejantes o un grupo de ellos; y segundo, las actitudes totalitaristas que buscan imponer una inversión social de los valores fundamentales.
Observamos entonces, cómo el intento de imposición de la doctrina comunista fracasada en el mundo a nuestro país, con valores contrapuestos a él, nos ha llevado a la ruina material y económica, y amenaza con arruinarnos moralmente como Nación. Si vemos la situación trágica que sufrimos en Venezuela a la luz del enfoque del mal extremo, existen razones más que suficientes para contraponerlas a los postulados de la “paciencia estratégica”, ya que estamos pasando aceleradamente de la pobreza a la miseria.
El extravío revolucionario con sus dos manifestaciones más evidentes: la degradación de la política y el desbarajuste económico, no requiere de más estudios. La habilidad para el engaño y la perversión del régimen sobrepasa los límites de la paciencia, que se agota, y la tolerancia democrática, que pierde sentido frente a la delincuencia en el poder. Urge una acción estratégica más decidida que la paciencia ante el mal extremo que nos destruye.