Estado, entre el bien y el mal

En Venezuela se está muy lejos de ello, y lograr esa alineación es poco probable sin alguien que la organice y direccione. Es en este punto en el que un Estado moderno, deberá jugar un rol fundamental creando las condiciones necesarias para que el esfuerzo privado motorice el progreso

La corrupción no es exclusiva de funcionarios públicos. Es en esencia un asunto moral, y este no distingue entre la esfera pública y la privada. Quien se aprovecha de recursos que no son propios, bien sean de la sociedad, de una empresa, e incluso a nivel familiar, está siendo corrupto. Si bien la definición de corrupción apunta al aprovechamiento de recursos públicos, bien sea por un funcionario o alguien del sector privado, la definición de este término también se vincula a utilizar una posición de poder para obtener recursos ajenos. Y, justamente, ese poder puede provenir de múltiples circunstancias, que pueden llegar incluso a darse a nivel privado.

En Venezuela han surgido recientemente paladines del capitalismo, heraldos del libre mercado, inquisidores del Estado. El argumento es simple (y simplista), dado que el socialismo no funcionó, hay que irse al otro extremo. Uno de los problemas fundamentales de esa visión, es que parte del supuesto equivocado que el empresario es moralmente correcto, y que, por lo tanto, sus acciones guiadas por la “mano invisible”, permitirán que el país alcance el mayor bienestar colectivo posible. No, el empresariado en Venezuela, en general ha estado lo suficientemente vinculado al Gobierno de turno para obtener algo de la renta, lo que los coloca en una zona gris difícil de distinguir.

No sólo el empresario se ha beneficiado de la renta, el ciudadano común también lo ha hecho, sin mencionar a los políticos. También es cierto que toda generalización es peligrosa, así como muchos se han beneficiado de la renta, y otros tantos que no. Lo cierto es que el entramado institucional en Venezuela, está diseñado de tal manera que es más difícil mantenerse alejado de la corrupción que ser parte de ella, aspecto que se ha exacerbado con el régimen actual. Como es de esperar, dicho sistema ha traído como consecuencia, que quienes han logrado adaptarse, lo han hecho haciendo concesiones morales, siendo para algunos, algo normal y para otros un acto doloroso.

Ante ese escenario, pensar que la minimización del Estado es lo más beneficioso para los venezolanos es un error. Venezuela va a necesitar un Estado fuerte, con grandes capacidades técnicas y políticas, y ojalá, con un alto componente moral que acabe con la corrupción. Pero lograr lo anterior, requiere desmontar un esquema institucional, que ha acompañado al país por décadas; es también dar tiempo para que la mentalidad se adapte a ese nuevo esquema, al final de cuentas, es transitar de un modelo rentista a otro basado en la productividad. ¿Es posible? Sin duda, pero no admite atajos, irá acompañado de conflictos con los actores que se benefician del sistema, y por lo tanto requiere tiempo.

La historia del capitalismo, y más específicamente del mercado, es compleja y no lineal. Su nacimiento implicó el fin de la clase dominante previa, los aristócratas sostenidos por el sistema feudal. En Venezuela el equivalente es la clase política y económica sostenida por la renta, la cual no es poca. Lo interesante de la historia del nacimiento del Capitalismo es que fueron múltiples factores los que lo permitieron, entre los cuales están una tierra arrasada por el conflicto, y una clase dominante incapaz de leer los nuevos contextos, a esto se sumó, las innovaciones financieras que trajeron consigo la mayor capacidad de financiamiento, así como mejoras técnicas importantes en el transporte y la comunicación.

Si algo ha enseñado la historia del libre mercado, es que la tecnología, los mercados financieros, y el emprendimiento son claves, todos ellos alineados hacia el fin común de generar valor económico. En Venezuela se está muy lejos de ello, y lograr esa alineación es poco probable sin alguien que la organice y direccione. Es en este punto en el que un Estado moderno, deberá jugar un rol fundamental creando las condiciones necesarias para que el esfuerzo privado motorice el progreso. Garantizar la propiedad privada, regular los mercados, promover igualdad de oportunidades y equidad, gestionar fondos internacionales, para todo eso (y más) se requiere un Estado capaz.

 

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