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Lo que está planteado en este momento en Venezuela es básicamente la creación de un Estado paralelo, esto debido a la falta de reconocimiento de la voluntad del pueblo. El llamado a un plebiscito y el posterior señalamiento del Presidente en cuanto a que el CNE es el único organismo que puede convocar elecciones es un hecho más dentro de la escalada de desconocimiento institucional que se ha derivado del conflicto político. Esto trae consigo una inevitable escalada de la conflictividad, pues al no haber reconocimiento institucional la fuerza se convierte en el principal argumento.
En estos escenarios la presencia de un árbitro es fundamental, y no se trata que éste sea un gran sabio que reparta justicia, o una fuerza extranjera que ponga orden, se trata en esencia de un actor que fuerce a las partes en conflicto a reconocerse mutuamente y por ende a que encuentren una solución. Cuando dos hermanos están peleando los padres los obligan a resolver sus diferencias, incluso a que se disculpen mutuamente. Hoy en día en Venezuela urge ese actor que obligue a las partes en conflicto a encontrar una solución.
¿Por qué obligar? Porque los llamados “por las buenas” a que se dé un diálogo no han funcionado. ¿Quiénes podrían ser estos actores que medien? Lo natural sería que fueran las propias instituciones del Estado que como entes reguladores del Poder intervinieran, el TSJ sería sin duda un buen candidato a asumir este rol, pero lamentablemente el sesgo político se le nota a la distancia. Esto como se deducirá pone todas las miradas en las FAN, quienes deberían comprender que ya no se trata de un problema de orden público solamente lo que ocurre en el país, sino un conflicto político.
Este cambio de perspectiva desde las FAN es clave, si reducen su análisis a que una persona atacó un bien público, o que otra persona agredió con una piedra a un funcionario público, y que como tal deben ser apresados, se está aproximando de manera incompleta al problema. Ciertamente cualquier acto de violencia debe ser contenido por quienes en teoría tienen el monopolio de las armas; sin embargo, el gran reto de las FAN en este momento es ir a las causas del conflicto y, sin tomar partido, contribuir (“obligar”) a que los actores civiles encuentren una solución legítima frente al pueblo.
Esto no es una tarea fácil, más cuando en principio no fueron formados para ello, pero aún sin quererlo las FAN se han convertido en un actor que a pesar que en principio debería ser apolítico es una pieza clave para la solución política del conflicto. Mientras continúe el no reconocimiento entre las fuerzas en contraposición, en tanto que las instituciones civiles que deberían regular el conflicto no actúen de manera imparcial, y en la medida que la situación material de la población empeore, el grado de conflictividad y, lamentablemente, violencia irá en aumento.
Un Estado paralelo no es la solución, sin embargo ante la ausencia de reconocimiento mutuo es de las pocas alternativas que le quedan a quienes al parecer representan la voluntad de la mayoría de los venezolanos que quieren un cambio de rumbo en el país. En estos momentos ese Estado paralelo dependerá de la capacidad de ejercer sus acciones como tal, lo que descansa en la fuerza, y de nuevo la FAN tendrán que fijar una posición trascendental, la cual como ya se dijo va más allá de un análisis de orden público que implica comprender la situación política en general.