“Que no se venga nadie para acá. Esto es muy fuerte”, cuenta Katiuska Figueredo, venezolana de unos 50 años, mientras coloca una manta sobre el suelo de un gimnasio reconvertido en refugio para migrantes, en la frontera que divide a la ciudad de El Paso (EE. UU.) con Ciudad Juárez, México.
Figueredo llegó a EE. UU. el pasado 4 de julio. Ella forma parte del éxodo de más de 7 millones de venezolanos que han salido de su país -hundido en una crisis económica profunda- desde 2015, según Naciones Unidas.
Solo entre 2021 y en lo que va de 2024, la Patrulla Fronteriza estadounidense ha notificado más de 720.000 encuentros en la frontera con ciudadanos de Venezuela.
Como han hecho muchos de sus connacionales que decidieron hacer la kilométrica travesía hacia EE. UU., ella y su familia -hijo, nuera y tres nietos: de cinco años, un año y una bebé de siete meses- tuvieron que cruzar la peligrosa selva del Darién -entre Colombia y Panamá- junto con una caravana de unas 200 personas.
Solo unos pocos lograron llegar a su destino, de acuerdo con su relato. “El susto más grande que pasé en mi vida fue cuando se volcó la balsa en la que íbamos y tuve que casi tirar a la bebé para que los que estaba en tierra la salvaran. Por suerte yo sé nadar, y pude cruzar a la otra orilla”, rememora entre lágrimas.
Figueredo trabajó 22 años en el sector del transporte en Caracas, pero la “mala situación económica y la crisis política” le hizo tomar la decisión de salir.
“Venezuela mejoró un poquito después de la pandemia, pero el salario sigue sin alcanzar. Ganaba entre 30 y 40 dólares mensuales con los que apenas podía comprar dos harina PAN (con el que se hacen las famosas arepas venezolanas), una mantequilla y un queso”, señala al acomodarse entre maletines dispuestos también en el suelo.
El próximo paso es obtener su permiso de trabajo e ir a Denver (Colorado, medio oeste), donde un amigo de la familia los recibirá “por un mes”. De ahí, añade, “echar para adelante para tener un techo, comida y paz”.
Refugio El Paso
Pero mientras eso sucede, su “casa” es ahora una cancha de baloncesto que comparte con otras familias venezolanas, hondureñas y guatemaltecas. Todas acogidas en el refugio del Sagrado Corazón, a pocos pasos de la iglesia del mismo nombre y bajo la tutela del párroco cubano Rafael García.
“Siempre veíamos el flujo de gente, pero en 2022 el cambio fue radical porque vinieron miles de migrantes, casi todos venezolanos, y tuvimos que organizarnos. Al saturarse los albergues convertimos el gimnasio de la antigua escuela en un refugio para que pudieran pasar la noche, comer y bañarse”, explica a EFE el religioso.
El padre destaca que el apoyo de la comunidad fue “esencial”. “Si al principio recibíamos 50 personas, después de 2022 comenzamos a organizarnos y acoger a más de un centenar”, resalta. De acuerdo con cifras oficiales, más del 89 % de los habitantes de El Paso es de ascendencia latinoamericana.
“Ha sido bíblico ver cómo las propias personas de esta región de El Paso han recibido a otras y brindado su mano”, añade García, quien también llegó como emigrado a este lugar en 1994 desde su Cuba natal.
Esperar asilo
Figueredo y el resto de su familia esperan ahora por su permiso de trabajo luego de obtener su cita con la aplicación CBP One, que permite a los migrantes que llegan a la frontera presentarse en un puerto de entrada para pedir protección, asilo y acceso a Estados Unidos.
La crisis migratoria en la frontera sur de Estados Unidos ha hecho que, pese a todos los sacrificios para llegar a territorio norteamericano, solicitar asilo también se vuelva un problema para gente que lo ha dejado todo atrás, como Figueredo.
En junio, el secretario de Seguridad Nacional norteamericano, Alejandro Mayorkas, aseguró que el Gobierno tiene una “capacidad limitada” para procesar los casos de migrantes. Actualmente, EE. UU. solo ofrece 1.450 citas diarias a través de CBP One para toda la frontera sur.
Tras la entrada en vigor de una serie de restricciones al asilo para quienes cruzar de manera irregular la frontera, Washington ha asegurado que la aplicación CBP One es ahora la única herramienta que tienen los migrantes en tránsito o ya en lado mexicano de la frontera para pedir asilo en el país.
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