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El gobierno de Maduro, después de sumir a la población en la inflación, el desabastecimiento de alimentos y hambre, ahora no cumple con los acuerdos del diálogo, congestiona y atormenta a la gente frente a las puertas de la banca nacional, sin darle suficiente tiempo para canjear los billetes de 100 bolívares,sin la oportunidad para adquirir moneda de otra denominación para abastecerse de alimentos, medicinas o realizar otras compras. Entre tanto alega, que esto lo hace para golpear a los mafiosos. Pero, por contradicción, ahora prorroga la vigencia de los billetes de 100. Pareciera que busca someter a la desesperada población a una tortura más. ¿Por qué maltrata al pueblo y le interesa llenar las cárceles de presos políticos?
Al Gobierno no le interesa la reconciliación ni busca arreglar el problema. ¿Será que la culpa y el miedo, de lo que le depara su futuro, lo perturba? Con la recurrencia al pasado, la ausencia del perdón, el interés por la venganza, la falta de amor, la tozudez, la desmedida ambición, el apego a lo excluyente y revanchista de su ideología, busca obnubilar y aturdir los sentidos de los venezolanos. Entre su condición de imprescindibles y la incapacidad para solucionar la crisis, coloca al pueblo en situación de peligro, además de impacientarlo, cargarlo de desesperanza y empujarlo a soluciones de violencia. Esto es una celada. Su objetivo es someterlo, reducirlo y callarlo, bajo el peso de la fuerza represiva institucionalizada.
Si la revolución mantiene, por casi dos décadas, su reducida visión política, económica y social sin aceptar su fracaso, es factible que se resista al diálogo y a la urgencia del cambio que exigen sus políticas. Sin duda, estas actuaciones autoaniquilan al Gobierno en el fango de la ilegalidad, cuando debería ser ejemplo irreprochable, dar muestras de sindéresis y ponderación, por generaciones. Esto lo condena ante el derecho nacional e internacional, porque desconoce que la civilización se reorienta y construye con civilización, el derecho se ejerce con derecho, que la justicia se activa y realiza con justicia.Y para oponernos a este sistema de opresión, la experiencia y la sabiduría, nos hacen entender que la guerra es barbarie y muerte. Por suerte, optamos por la política porque evita la conflagración, y por su naturaleza busca la civilización y preserva la vida. Contra la antipolítica y por todo lo expuesto, aseveramos, que el diálogo es la esencia fundamental de la política.